¿Quién quiere envejecer?

(Foto: Archivo El Gráfico)

Vida 29/11/2019 10:27 Víctor Jiménez Actualizada 10:27
 

“¡No quiero envejecer!, escuchamos decir a muchos a nuestro alrededor. “Sería bueno no enfermar nunca”, desean otros. ¿En verdad te gustaría ser eterno, nunca morir?

Quisiéramos sacar al envejecimiento, la enfermedad y la muerte de nuestras vidas, algo imposible de lograr.

Está en nuestra naturaleza marchitarnos, perder la salud en algún momento y fallecer. Estas experiencias forman parte de la vida. Y entre más nos rehusemos a aceptar su existencia, más nos afectan. Cuando rechazamos el dolor como parte de la vida, terminamos sufriendo aún más. Y sí, es cierto, es doloroso enfrentarnos a los cambios en la apariencia, al deterioro físico y nuestra muerte. Pero cuando nos resistimos a esta realidad, de por sí dolorosa, nos provocamos mayor malestar mental y emocional.

Contra el sufrimiento: aceptación. El sufrimiento surge cuando deseas que las cosas sean diferentes a como son, o cuando quieres que sean como fueron antes. La falta de aceptación de lo inevitable (vejez, enfermedad, muerte) sólo trae dolor psicológico. Por otra parte, ver las como tal como son, observarlas, aceptar las experiencias placenteras y dolorosas tal cual, te da tranquilidad y serenidad.

Cuando aceptas las circunstancias de tu vida, por ejemplo, que tu cuerpo ya no es tan fuerte o confiable como solía ser, o que tienes achaques con mayor frecuencia, entonces tienes la oportunidad de tomar un papel más activo hacia el bienestar. Sólo cuando acepto que tengo una enfermedad puedo hacer algo para mejorar mi calidad de vida. En el caso de la muerte, aceptar sinceramente que ha llegado el fin de esta vida como la conocemos nos permite soltar.

Nadie está haciéndose más joven. Con la vejez enfrentamos la pérdida de la juventud, la fuerza y algunas funciones. Deseamos seguir haciendo lo que hacíamos antes, pero ya no podemos hacerlo. Ser conscientes de esto nos permite tomar acciones para tener una vejez disfrutable. Pero obsesionarse con el hecho de que el cuerpo y su funcionamiento ha cambiado no ayuda a nadie. Negar el envejecimiento tampoco ayuda: el peluquín no engaña a nadie; no siempre podrás conseguir un novio de la mitad de tu edad; la ropa para adolescentes podría tener el efecto contrario al deseado. No hay nada como envejecer con aceptación y dignidad.

Hacer las paces con la enfermedad. Para dejar de pelearse con la enfermedad hay que entender que el dolor y la enfermedad son parte de la vida. Todos, tarde o temprano, enfrentamos problemas de salud; no estás sol@ en esto, la enfermedad forma parte de la experiencia humana. La vida no es injusta porque en algún momento perdemos la salud. Culparte por las acciones que te llevaron a la enfermedad no sirve de nada. La vida es impredecible, no puedes controlar todo lo que te sucede. Si pudieras quizás elegirías sólo experiencias placenteras, pero lo sabemos bien: no siempre se puede elegir. La verdad es que muchas veces la vida te da lo que no deseas y otras te niega lo que tanto deseas. Así son las cosas. Y no es una visión negativa de la vida, es mejor saber qué esperar para no vivir en una falsa ilusión y enfrentar la desilusión.

Familiarízate con la muerte. Hablar acerca de la muerte, en lugar de rehuir el tema, es una manera de aceptar el hecho inevitable de que todos vamos a morir. Negarte a conversar sobre la muerte no va a evitar que suceda, tarde o temprano. Una de las razones por las que morir nos asusta tanto es que vivimos toda una vida practicando el apego (o aferramiento) a lo material, las personas y las situaciones. Cada día podríamos ejercitarnos un poco en dejar ir en acciones sencillas, por ejemplo, renunciar a algo deseado. Un paso más hacia la aceptación de la realidad de la muerte consiste en ver fotografías de personas queridas/conocidas que han muerto. La idea es reflexionar acerca de lo efímero de nuestra existencia.

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