¿Qué eliges: enfrentar o huir?

Vida 04/12/2018 05:18 Víctor Jiménez Actualizada 10:15
 

Continuamente nos enfrentamos a dificultades, grandes o pequeñas. Llamamos fracasos a algunas de esas dificultades: perder el partido de futbol, no ser tomado en cuenta para un ascenso en el trabajo, no conseguir una relación de pareja estable o reprobar un examen. 

Cada uno tiene una habilidad diferente para enfrentarse a un torbellino emocional. Algunos se levantan con facilidad ante una caída, se sacuden el polvo y comienzan nuevamente de cero, manteniendo una actitud optimista y un gran entusiasmo. A otros les cuesta mucho más recuperarse de las malas experiencias. Y lo saben, así que mejor evitan exponerse a situaciones en las que hay riesgo de fracasar. Así es como se va formado la personalidad evitativa: “para no fracasar, mejor evito exponerme a cualquier cosa que involucre el riesgo de fallar”. La realidad es que en cada reto que emprendemos existe el riesgo de fracasar. 

La habilidad para levantarnos de las caídas es la suma de nuestro temperamento y el comportamiento  aprendido. Podemos ser tenaces y aguantadores de manera natural, pero también aprendemos a manejar las emociones negativas producto de una caída y a interpretar una falla de diferentes maneras. Enfrentar a las personas y situaciones nos fortalece y nos llena de confianza. 

La persona audaz:

Enfrenta, no tiene miedo de escalar una montaña si la tiene enfrente.

Se acerca al reto, lo conoce por propia experiencia, reconoce las dificultades del terreno, descubre las ventajas, se prepara para afrontarlo.

Admite la necesidad de probar con diferentes soluciones cuando surgen problemas y la posibilidad de fracasar en su intento.

Toma las dificultades con calma, pues sabe que son parte del camino hacia su objetivo.

Se recupera más fácilmente debido a su forma de ver las cosas: sabe que puede volver a intentar o decidir que es mejor abandonar el proyecto y mover su interés hacia algo más. No es que no le afecte equivocarse o fallar en sus intentos, por supuesto que le afecta no conseguir lo deseado, pero lo toma como un aprendizaje más que lo acerca a su meta.

La persona evitativa:

Mira la montaña que tiene enfrente y se centra en lograr la cima. Pero  como imagina que deberá enfrentar momentos difíciles, obstáculos y un posible fracaso, decide huir y evitar la situación.

Está mucho más enfocada en evitar los problemas e inconvenientes, que en alcanzar la meta. Esto, claro está, hace que se reduzcan las posibilidades de que lo logre.

Tiene una mayor probabilidad de abandonar la tarea. Si se anima a subir y falla en algún punto de la subida, con seguridad renunciará a ella.

La actitud evitativa produce estrés y ansiedad, además, destruye la confianza en uno mismo. Evitar por temor al fracaso no es una buena idea, pues nos debilita. Evitar hace que los temores crezcan. En este caso, estamos usando el ejemplo de escalar una montaña, pero esta idea se puede aplicar a cualquier meta personal: ingresar a una escuela o universidad, conseguir un empleo mejor remunerado, iniciar una relación de pareja. ¿Cuál es tu tendencia, a enfrentar o a evitar? ¿Quieres lograr tus objetivos o a mantenerte en un lugar seguro para no fracasar? ¿Qué eliges hoy: enfrentar o huir? 

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