No seas tan duro contigo, aprende cómo

No seas tan duro contigo, aprende cómo

(Foto: Unsplash)

ZONA G 04/09/2020 16:32 Víctor Jiménez Actualizada 16:32
 

Muchos  tenemos una voz interna que nos dice cosas negativas de nosotros mismos. Esta voz nos juzga duramente con cosas como: “Nunca haces nada bien, eres un incompetente”,“no tienes oportunidad para este trabajo”, “esto te pasa por ser un debilucho” o “¡¿cuándo aprenderás a ser más prudente?!”.

Es como si tuviéramos dentro de la cabeza un maestro severo, un padre autoritario o un entrenador de futbol despiadado. Este crítico interno surge sobre todo cuando cometemos errores o cuando vamos a enfrentar algo que nos da miedo.

¿Cuál es tu reacción cuando cometes un error? Es probable que te agredas a ti mism@ o que te digas “tonto” o “inútil”. Pero hay otra forma de reaccionar: admitir tu error, aprender de él y seguir adelante. Siempre tenemos estas dos opciones con cualquier decisión que tomemos o error que cometamos. Si elegimos criticarnos ferozmente, como probablemente ya lo haces, poco a poco te vas consumiendo y perdiendo energía necesaria para enfrentar nuevos retos. Es así, lo que más nos roba la felicidad es la autocrítica negativa.

¿De dónde surge este crítico feroz? Surge de las palabras que escuchamos, principalmente de quienes están a cargo de nuestra educación o crianza. Los mensajes que escuchamos de nuestros cuidadores pueden etiquetarnos como “un fracaso” o pueden hacernos sentir que nadie nos va a querer como somos. En otros casos, los padres o maestros nos comparan con otros niños o con una hermana. Así es como llegamos a convencernos de que somos poco dignos de que nos amen o no suficientemente valiosos. El sentimiento que surge de estas convicciones es principalmente vergüenza, por no ser digno de ser amado, por no ser bueno, por ser defectuoso, incluso por sentir que hay algo malo en uno mismo.

Siendo niños, esos comentarios se sienten como una amenaza de que nos podrían abandonar o dejar de querer, por no ser suficientemente buenos o adecuados para ellos. A partir de ese momento, desarrollamos una vigilancia extrema para no cometer errores, para exigirnos ser mejores o iguales a los demás. Este es el origen del crítico interno que resulta tan destructivo y que quizás te tortura con sus agresiones.

El otro lado de la moneda. En realidad, el crítico interno tiene una buena intención: protegernos de peligros y amenazas, cuidarnos, incluso motivarnos. El problema es que lo hace de una manera muy agresiva, como un entrenador de futbol que insulta a los jugadores para “motivarlos”.

Todos conocemos formas mucho más efectivas, humanas y convincentes de motivación. Si has tenido profesores pacientes y afectuosos o padres comprensivos y tolerantes, sabes de qué hablo. Y son precisamente estas cualidades las que podemos cultivar para dejar el mal hábito de atacarnos, exigirnos y juzgarnos con tanta dureza.

Google News - Elgrafico

Comentarios