Disfruta del sexo sin presiones

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(Foto: Archivo, El Gráfico)

Sexo 30/04/2019 05:18 Víctor Jiménez Actualizada 09:59
 

Nadie está exento de caer en la tiranía de la perfección, la exigencia de hacer todo bien. Y el terreno sexual no es la excepción. En el sexo también nos exigimos, nos comparamos, pretendemos mantener un estricto control para no “cometer errores”, nos calificamos y esperamos la aprobación ajena.

Al exigirnos un desempeño perfecto, sólo conseguimos bloquear el funcionamiento natural de nuestro cuerpo. Y esta exigencia en muchas ocasiones es la causa de problemas sexuales como la disfunción eréctil. Nuestro deseo neurótico de “no fallar” nos lleva a actuar con prisas, a imponernos exigencias y a hacer un gran esfuerzo, que sólo consiguen interrumpir el libre fluir de las cosas. Es casi imposible conseguir una erección si se está bajo presión. Es bien sabido que ante una fuerte exigencia de un hombre por lograr una erección, lo más seguro es que no lo logre y se sienta frustrado.

Somos nosotros mismos quienes interferimos en el fluir natural de nuestro placer sexual. Así, nos conviene evitar las exigencias y evitar obligar y obligarnos a tener erecciones y orgasmos por decreto. Recuerda que tu compañero/a sexual no está allí para evaluarte. Tu papel tampoco es el de evaluarle, sino disfrutar juntos.

Algunas maneras en que forzamos nuestro desempeño en el terreno sexual incluyen: 

Realizar actividades sexuales con las que no nos sentimos a gusto por temor al rechazo.

Pensar que es nuestra obligación que el otro disfrute, cuando en realidad cada uno es responsable de su propio placer, el cual si se comparte resulta muy satisfactorio.

Exigirse que la pareja siempre tenga un orgasmo.

Sacrificar los propios intereses por temor a desilusionar a la pareja sexual.

Así como aplicamos estas exigencias a nosotros mismos en el terreno sexual, también lo hacemos con la pareja.

Responsabilizamos al otro de nuestro placer, como cuando decimos que “él/ella no hace lo que nos gusta”. Quizás no lo hace porque no hemos comunicado qué nos gusta y cómo nos gustaría que lo hiciera.

En algo tan íntimo como la vida sexual  pretendemos lograr éxito, prestigio y eficiencia, como si fuera un proyecto de trabajo. La necesidad de mostrar a los demás que somos muy buenos o superiores en este terreno, sólo evidencia nuestro miedo a fracasar, la falta de aceptación de nosotros mismos   y nuestro complejo de inferioridad.

Hemos sobrevalorado nuestro desempeño sexual y lo hemos convertido en una forma más de demostrar nuestra valía. Tres claves importantes para evitar esta actitud son:

Sustituir las exigencias por preferencias y sustituir el esfuerzo por la sensibilidad.

En lugar de exigirnos ser súper amantes podríamos concentrarnos en lo que nos gustaría hacer en el encuentro amoroso con nuestra pareja, comunicárselo y tratar de llevarlo a cabo en un interés conjunto.

En vez de forzarnos a tener un orgasmo o una erección, sensibilizarnos ante la situación y comprender las necesidades del otro, elegir bien a la pareja, comunicarse, poner atención a las condiciones previas.

Evitemos tratarnos a nosotros mismos como si fuéramos máquinas a las que se les puede exigir cierto desempeño y veámonos con comprensión y afecto, una actitud sana que favorece el placer sexual. Se logra más  placer sexual sin tener exigencias.

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