Calla tu voz autocrítica

sanamente salud psicología

(Foto: Archivo, El Gráfico)

Vida 19/02/2019 05:18 Víctor Jiménez Actualizada 09:50
 

Alguna vez te dices cosas como: “¡Eres un fracasado, un tonto, un cobarde!”? Si es así, no eres el único, muchas personas lo hacen. ¿Por qué? Porque aprendieron de sus cuidadores o sus padres que esta es la forma “correcta” de hablarse a uno mismo. Escucharon estos mensajes devaluatorios y agresivos de quienes se supone debían apoyarlos y brindarles seguridad. Y, como si hubieran hecho un contrato con ellos, se comprometen a maltratarse verbalmente de esta forma por el resto de su vida. Justifican esta violencia contra sí mismos diciendo, igual que hicieron los adultos con ellos, que es una forma de motivarse para lograr su objetivo.

Pero, ¿quién iba a creer que cosas como “soy un idiota”, “no sirvo para nada”, “mi vida es una porquería” nos sirvan de motivación? Cada vez que nos torturamos porque cometimos un error, lejos de motivarnos nos maltratamos y nos desalentamos. Cada vez que nos exigimos con frases como “A mi edad ya debería haber conseguido mucho más en la vida”, en lugar de motivarnos, nos hacemos sentir inadecuados y abatidos.

El trato amable es un gran motivador. Los profesores saben que si tratan amablemente a sus alumnos, es más probable que respondan a su amabilidad con respeto. Las madres saben que el trato respetuoso a sus hijas puede hacer que cooperen más con ellas cuando se los solicitan. Si sabemos que se consigue más con miel que con hiel, ¿por qué no aplicar el buen trato también a nosotros mismos?

En lugar de despreciarnos, humillarnos u ofendernos, podríamos darnos más apoyo y más  calidez. Sí, así como trataríamos a un niño pequeño que necesita tener nuestro respaldo y aceptación. 

Si con un niño pequeño utilizamos mensajes de apoyo y una voz cálida y pausada, ¿por qué no hacerlo también con nosotros mismos? No lo hacemos porque esta forma de actuar nos es ajena, poco conocida. Necesitamos aprender a hablarnos a nosotros mismos con amabilidad y cariño.

Una presencia cálida y amorosa. Así, en lugar de maltratarnos por haber cometido un error, podríamos decirnos: “Es natural que cometa errores, si últimamente he tenido tanto estrés”. Para no torturarnos por caer nuevamente en un mal hábito, por ejemplo, pensar obsesivamente en algo que sucedió, podríamos decirnos con suavidad, incluso con dulzura: “Ya estás otra vez con eso. Déjalo ir”. Cuando surja un pensamiento negativo o poco útil, amablemente nos podemos decir: “Sí, aquí está otra vez esta idea, la voy a dejar pasar”.

Si surge una emoción desagradable, una forma de tratarnos con gentileza es diciéndole a esa emoción: “No te invité a aparecer, pero ya estás aquí. Bienvenida”. 

Cuando sintamos que sólo nosotros vivimos situaciones difíciles, valdría la pena decirnos: “Todo el mundo pasa por cosas parecidas”, lo cual es cierto, o “No soy el único que siente este tipo de cosas” o “Veamos qué puedo hacer para calmar esta furia que siento”.

Aceptación de nuestra humanidad. La voz autocrítica es muy violenta y agresiva. Pensamos que sin la fuerte autocrítica no seremos capaces de movernos para conseguir lo que deseamos. Estamos convencidos de que sin autoexigencia no nos vamos a responsabilizar. Pero esto es falso, no es necesario maltratarnos a nosotros mismos para corregir nuestros errores y aprender, ni exigirnos perfección para motivarnos a seguir adelante. Aceptemos nuestra humanidad e imperfección en todos los sentidos para dejar de criticarnos y exigirnos sin medida. Acéptate y amáte tal y como eres. 

Google News - Elgrafico

Comentarios