¡Apapáchate!

Vida 18/12/2018 05:18 Víctor Jiménez Actualizada 05:25
 

¿Qué tienen en común arrullarse en una mecedora, arroparnos con una suave cobija, un baño caliente, música que nos sosiega? Nuestras madres o cuidadores utilizaron algunas (o todas) estas actividades para tranquilizarnos cuando éramos bebés y estábamos inquietos o asustados. Ahora, de adultos, aún necesitamos confort y consuelo. Y podemos obtenerlos de nosotros mismos. Sí, nos viene muy bien escuchar o decirnos a nosotros mismos que todo va a estar bien, que las dificultades que estamos enfrentando son pasajeras.

Reconfortarse: una actividad extraña. Para ti, y para muchos otros, reconfortarse, ser amable con uno mismo y consolarse puede parecer totalmente extraño o nuevo. No todos recibimos de niños un trato amable, reconfortante y tranquilizador en los momentos difíciles. Si este es tu caso, es probable que pienses que pedir un trato amable y cariñoso o proporcionártelo a ti mismo es extraño o infantil, que no lo mereces o que te sientas culpable por tratarte afectuosamente en momentos de estrés o desesperación. Necesitas práctica y tiempo para permitirte este tipo de trato cálido y comprensivo cuando te sientes mal. Aún si no lo aprendiste de tus padres en la infancia, puedes desarrollar esta habilidad para sentirte mejor, más calmado, estar más relajado y más sereno.

Para generar un estado de calma, lleva a cabo estas acciones reconfortantes de forma regular. 

Te ayudarán a cultivar un estado eomocional centrado y sereno para los inevitables momentos difíciles.

Conéctate con el corazón. Coloca las manos sobre tu pecho a la altura del corazón. Siente los latidos y los movimientos del pecho al respirar. Siente la calidez de tus manos. Esto te da una sensación de seguridad, te calma si tienes emociones fuertes. Puedes mover tu mano en círculos para acariciar tu pecho. Haz esto el tiempo que desees o necesites.

Date un masaje. Masajea la nuca del centro hacia fuera con las yemas de los dedos. También puedes hacer esto en la regadera. Dales a tus pies un masaje al frotarlos en una pelota de tenis. Coloca la misma pelota en la pared, sostenla con tu cuerpo y masajea tu espalda. Con el dedo gordo de una mano masajea la palm a de la mano contraria. 

Utiliza la música. Escucha música calmante y acompaña esta experiencia con respiraciones conscientes. Canta una canción tranquilizadora, como hace una madre con su bebé cuando quiere consolarlo y serenarlo. Murmura la canción o melodía y siente las vibraciones en tu garganta y pecho.

Toma un baño caliente. El calor hace que tu cuerpo produzca prolactina, una sustancia calmante natural que normalmente producen las madres al amamantar. Esta sustancia nos hace sentir apaciguados, reconfortados y serenos. 

Balancéate suavemente. Hazlo en una silla mecedora o en una hamaca. Si te es posible, cierra los ojos e imagina que estás en una silla para bebés o en los brazos de mamá. Muchas veces basta con balancear tu cuerpo de adelante hacia atrás o de un lado al otro. 

Usa la imaginación. Recuerda momentos agradables, a una persona que te hace sonreír, un lugar donde te sientes especialmente tranquila. Crea un lugar seguro al que puedes acudir en tu imaginación cada vez que lo necesites.

Conéctate con tus sentidos. Escucha con atención los sonidos a tu alrededor; observa el lugar donde estás; nota cómo se siente tu cuerpo, el contacto de tu cuerpo con la silla o de tus pies con el suelo; percibe los aromas y los sabores.

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