El primer torneo oficial de Gerardo Martino como entrenador de la Selección Nacional se ha convertido en un dolor de cabeza y todavía ni siquiera comienza.  Con seis bajas confirmadas para la Copa Oro y la posibilidad de una más, si se consuma lo de Carlos Salcedo, no es la mejor manera de comenzar con las obligaciones de su cargo.

El cambio generacional con el equipo tricolor vendrá, pero para ganar el torneo de la Concacaf, el estratega argentino necesitaba contar hombres de experiencia y jóvenes con talento. Una mezcla que ahora tendrá, aunque con menos fuerza de lo que se esperaba.

Las bajas más significativas, por supuesto, las de Carlos Vela e Hirving Lozano. Uno por decisión personal, el otro por lesión, pero se trata de los mejores jugadores mexicanos del momento. Si a eso se le suma la negativa de Héctor Herrera, la generación de futbol en este equipo nacional se verá seriamente afectada.

Y no es que elementos como Rodolfo Pizarro u Orbelín Pineda no puedan generar bien arropados por Andrés Guardado, la duda es saber si podrán con la carga de presión.

Lo peor viene en la delantera. Raúl Jiménez es el único centro delantero nominal con el que Martino enfrentará esta copa. Javier Hernández no estará debido a que será padre y estar con su familia —a diferencia de otros momentos o jugadores que anteponen otro tipo de situaciones—, es lo más importante. Jesús Corona y Miguel Layún tampoco estarán, aunque ese no parece un problema tan grave.

¿A quién se extrañará más? Ojalá que a ninguno, lo cual sería un gran paso a la mentada renovación.