Opinión

Exvotos: Testigos del misterio

Yohanan Díaz

OPINIÓN 01/08/2021 17:10 Yohanan Díaz Actualizada 17:10

En lo que a historia se refiere, el arte, en muchas ocasiones, deja constancia, eco, de hechos impactantes que tuvieron lugar en la antigüedad, dando voz a testigos que ya no están para expresar lo vivido.

Es el caso de los exvotos, que son ofrendas a la divinidad con el objetivo de agradecer un favor recibido. 

Su práctica surge en las antiguas culturas egipcias y mesopotámicas y se extiende a otros lugares como España, por ejemplo, donde se conservan exvotos hasta del siglo III a. C. 

Existen de distintos tipos, desde figuras hasta objetos de cera que representan órganos del cuerpo, ropa, muletas, prótesis, ruedas de coche o cualquier pieza que ayude a enmarcar el hecho milagroso del que se quiere dejar constancia y por el que se quiere dar gracias. 

Los exvotos se depositan en los santuarios marianos y en las iglesias correspondientes a las advocaciones que haya socorrido supuestamente a los fieles. Y sin duda, los exvotos mexicanos son únicos en su género y muy especiales. 

Los mexicanos llevamos cinco siglos consolidando este arte hecho por el pueblo donde se expresan sucesos milagrosos a través de pinturas que representan lo ocurrido y que llevan en la parte inferior una leyenda explicativa con datos fidedignos de la persona a la que se le habría obrado el milagro. 

Son pinturas normalmente realizadas por artistas anónimos, llenas de color y de magia, y que nacen de la devoción de la gente sencilla. 

Nos cuentan historias que, de no aparecer en estas tablillas metálicas, posiblemente se habrían perdido para siempre. 

Esta semana han llegado a mis manos tres exvotos de incalculable valor, pues narran tres encuentros con lo desconocido. 

El más impresionante es una pintura en la que aparece un hombre levantado por los aires por una inmensa luz que aparece en el cielo estrellado. Estamos hablando de una abducción representada en un exvoto. 

En la parte inferior podemos leer lo siguiente: “Madre sagrada, Virgen milagrosa, oh, santísima Señora de Juquila. Te doy mi eterno agradecimiento por la gran ayuda divina. Tuvimos una fuerte experiencia una noche que regresaba con mis hijos tomé un camino equivocado y llegamos a un lugar sin salida. Salimos todos del auto y, de pronto, una gran luz se posó arriba de nosotros y jaló a uno de mis hijos. Me dio tanto miedo que sólo imploré a la santísima Virgen y me escuchó. Aquella luz desapareció y pudimos rescatar a mi hijo”. 

El texto lo firma la familia Herrera Aguilar y, según reza en el exvoto, los hechos ocurrieron el 29 de febrero de 1960 en Oaxaca. Es fascinante que existan piezas como ésta, no sólo porque nos narran casos muy antiguos relacionados con el fenómeno de los objetos voladores no identificados, sino también porque muestran el miedo y el fuerte impacto que este tipo de encuentros provocan en el testigo. 
Quien no lo ha vivido no puede entender la potencia que tiene el terror a lo desconocido, tanta que provoca que las personas se encomienden a advocaciones religiosas y realizan ofrendas como las que les acabo de presentar en estas líneas.

Además de este exvoto, también he conseguido otros dos que narran experiencias parecidas. Una de un encuentro con el demonio, que le acaeció a María Luz Pond de Cuevas, en Puebla, el 30 de julio de 1973: “Milagrosa Virgencita de los Lagos te doy mil gracias por la gran misericordia. Me protegió para acabar con una entidad maligna que me atormentaba cada noche. La santísima Virgen me dio paz”. 

El otro exvoto alude a una aparición fantasmal que sucedió en Ocotlán, Oaxaca, el 10 de octubre de 1972 a Ulises Becerra.

“Una noche regresaba a casa cuando un espanto me salió de pronto, y orando con mucha fe a la Virgen de Juquila fue que aquel espanto de pronto dejó de perseguirme”.

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