Opinión

El milagro de Ghost

Gil Barrera

OPINIÓN 28/06/2021 12:45 Gil Barrera Actualizada 12:46

Tras el duro golpe que la pandemia tundió al espectáculo en nuestro país, los productores de teatro están haciendo cualquier cantidad de malabares para lograr que la gente salga a divertirse y garantizar que más de 10 mil familias dependientes de esa industria tengan ingresos. 

Aun con la crisis a cuestas, la tribu del teatro (compuesta por actores, técnicos, administrativos, etc.)  no se vence y  aguantó con uñas y dientes la enorme crisis, para regresar con más bríos al sueño de nuevamente abrir el telón.

Así lo hizo el productor Morris Gilbert, quien estaba a punto de estrenar Ghost en el Teatro San Rafael, cuando las autoridades declararon que la ciudad tenía que  detenerse por el inminente riesgo sanitario. 
 
El pesar de perderlo todo en un negocio, la impotencia de quedarse sin ingresos de la noche a la mañana y golpear al gremio más vulnerable del entretenimiento (que no goza de ninguna seguridad ni apoyo por parte del Estado) hizo que Morris pidiera con clemencia que hubiera alguna alternativa por parte de las autoridades para reactivarse, pero esta nunca llegó. 
 
Tuvo que pasar un año para retomar el riesgo de abrir el telón,  entonces Gilbert arrancó de nuevo con el sueño de montar Ghost en el Teatro San Rafael, ante la incertidumbre y la posibilidad de colapsar; ahora, por lo pronto, vive de milagro.   

Más allá de la extraordinaria propuesta de entretenimiento que nadie puede perderse, me llamó la atención la mirada nostálgica de la compañía. 

Su felicidad de estar en un escenario era sorprendente, no pueden esconder la pasión de dar dos horas de entretenimiento y es un hecho que, si antes toda la compañía estaba dispuesta a dar todo, ahora son capaces de dejar el alma en el escenario. 
 
Sin embargo, este gran esfuerzo de nada sirve si la caja registradora no suena, a pesar de que tienen todo: una gran obra, actores extraordinarios, estrictos protocolos de higiene y uno de los foros más hermosos de México y no, no es tratar al teatro como enfermo terminal, es rescatarlo y enaltecer sus valores.
 
En vista de que las autoridades y legisladores lo ven como una torre de Babel o una cascada de billetes, es necesario que sea la misma sociedad quienes apuesten por el arte. Los productores ya no tienen apoyos y ni los famosos que llegaron al Congreso se acordaron de la industria. El teatro es necesario, se debe luchar por él, es un generador de emociones indispensable que, por lo menos en un par de horas, nos hará olvidarnos del triste circo de nuestro México real.  Nos leemos la próxima, aquí donde quizá hablemos de ti.

 

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