Opinión

El compositor misógino

Gil Barrera

OPINIÓN 03/10/2021 20:19 Gil Barrera Actualizada 20:19

Carlos Macías se ha convertido rápidamente en un intérprete que se está ganado un lugar importante entre el público; sus presentaciones son exitosas  y aunque sea un cantautor de nicho, el tener una audiencia cautiva le da valores para ser reconocido.
No tiene grandes éxitos masivos; sin embargo, el romanticismo impregnado en sus letras lo ponen como un referente de una nueva generación de compositores.
Su carrera tiene de todo, buenas nuevas como que Carlos Cuevas le grabará varios temas y, con ello, impulsará su nombre, tiene sus fantasías, como el que Luis Miguel le grabará un tema  pero también detrás de ese exitoso hombre se esconde un personaje cuya misoginia puede echar abajo todo lo construido.
Durante su espectáculo, Macías hace una lluvia de comentarios en contra de la mujer que lejos de acrecentar el romanticismo solo le da un mal sabor de boca a su incipiente espectáculo y por ende a los asistentes al concierto.
No deja de burlarse de las labores domésticas, normaliza la violencia de género con chistes de mal gusto que solo están logrando que un grupo de seguidoras comiencen a buscar a varias activistas para ponerle un alto al ‘romántico chiapaneco’ y así deja en evidencia su limitado dominio del escenario, que retrata más a un macho cuyo único interés es usar su talento artístico para ganarse una ‘lana’ sin esfuerzo.
Durante sus shows a Macías le da por repartir flores a su público, en agradecimiento por asistir. 
Para ello usa a una asistente “es ella porque no me alcanzó para más” dice sin reparo, para después rematar con la devastadora frase de que la había sacado de La Merced, porque cobraba dos mil pesos la hora y que por eso la traía “trabajando con él”. 
La demoledora frase fue ovacionada por sus fanáticos —incluyendo mujeres— que celebraban la forma tan burda en que el “prolífico compositor” le denostaba.
Dicen los que saben, que para construir una carrera y alcanzar la cúspide no es necesario tener golpes de suerte, creatividad desbordante o un buen publicista; lo realmente importante es aprovechar -para bien-  la empatía con su público y valorar a cada una de las personas que con tanto esfuerzo pagan un boleto por ir a un espectáculo, sacrifican gastos, paseos y dan un voto de confianza sin precedentes, para que alguien los entretenga.
Por ello, no se justifica que el anfitrión desahogue su misoginia sobre el escenario, usando recursos de analfabetismo y chistes pasados de moda  para “atrapar” a sus audiencias.  Por hoy es todo, nos leemos la próxima aquí donde quizá hablemos de ti.

 

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