Opinión

Llegar a perdonar a quien nos ha herido o hecho daño requiere tiempo, intención y valentía. Es más fácil no perdonar y seguir viviendo, que hacer lo necesario para perdonar. 

Pero que sea más fácil no quiere decir que es lo más conveniente o lo mejor para la salud psicológica, física y emocional de una persona. 

Procesar el rencor. Esto puede ser largo e involucra trabajar sobre la ira enterrada, que es útil a corto plazo, una fuerza que nos ayuda a defendernos, aclarar y poner límites en una situación de abuso. 

Pero a largo plazo, cuando se almacena y no se expresa, ésta se convierte en resentimiento y tiene efectos nocivos para la mente y el cuerpo. 

¿Nos conviene perdonar? La agresión, la violencia y la tensión muscular, formas en que se manifiesta el rencor, pueden generar enfermedad, ansiedad o depresión. 

El resentimiento es como un veneno que se bebe con el fin de hacer mal a la persona que hizo daño. 

Al final, es la persona resentida quien termina envenenándose. Esta es una de las razones por la que nos conviene procesar el resentimiento. 

¿A quién beneficia más? Quien perdona obtiene un mayor beneficio que quien recibe el perdón. 

Remover la ira y soltar el rencor atrapado en el corazón y la mente nos libera de la prisión en la que nos tiene el resentimiento. 

Mientras mantenemos la ira enquistada en nuestro corazón, somos prisioneros de ese sentimiento y de la persona objeto de nuestro rencor. 

Cuando soltamos el resentimiento, fluimos y nos liberamos del veneno.

Superar el rencor, procesarlo, es un acto de amor y compasión hacia uno mismo, de autocuidado. 

LA FRASE

"Perdonar no es padecer amnesia; es recordar sin dolor, y eso se logra con un trabajo interior serio y sostenido y no por decreto”, de Walter Riso, escritor y psicólogo.

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