En algo se parecen Vicente Fox y López Obrador. Ambos desdeñan aquello de lo que en el pasado se beneficiaron.

En el caso del guanajuatense, la democracia; mientras que el tabasqueño, ahora en el poder, desdeña las manifestaciones públicas de las que tanto se benefició políticamente. Recordemos la toma de pozos petroleros en los años 90 y el alegórico plantón en el Paseo de la Reforma en el conflicto poselectoral de 2006. 

Después de la siguiente expresión de un Presidente que se dice juarista, queda claro que la figura sólo ha sido utilizada con fines de marketing político: “¿De qué sirve ir a la iglesia o a los templos si olvidamos los mandamientos? Ya no a la hipocresía, y no al racismo y al clasismo”. Y remata: “Esa manta que decía: ‘Los que votaron por AMLO no tienen cerebro’… No se midieron o sea, no, no, no. Es un pensamiento retrógrado, pero no se dan cuenta”. El primer mandatario ahora confronta desde Palacio a un ciudadano con el que, evidentemente, no está de acuerdo. Pero AMLO debe recordar la máxima de Voltaire: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices pero defenderé tu derecho a decirlo”. 

Ante los resultados, la superioridad moral comienza a agotarse. El Presidente no debe comportarse como pastor religioso, debe respetar el Estado laico y los derechos civiles que incluyen la libertad de expresión y de manifestación. La calle no tiene derechos de autor ni la protesta tiene denominación de origen. Por fortuna. 

Periscopio

No es suficiente una multa millonaria para la empresa que taló más de 60 árboles en la calle Real de Mayorazgo. No exageran las voces que piden que se cancele la obra “Mitikah” de mil millones de dólares. En el ecocidio se debe actuar también contra las autoridades por omisión o comisión. Porque parece raro que en las oficinas de la alcaldía Benito Juárez no se enteraran de nada, justo en el feudo donde no se vende un tamal sin la venia del cacique Jorge Romero. Que lo manden a reforestar el parque nacional del Ajusco ahora que las multas comunitarias están de moda. 

Radar de lo absurdo

Si el diputado Noroña va a un bautizo, tenga usted por seguro que el porro de la curul querrá ser el niño y la pileta bautismal. Así pasó en referencia con el deplorable intento de robo que vivió el compañero Héctor de Mauleón, esto al exigir que se diera a conocer el nombre de la persona que colabora con él como chofer y escolta. Lamentable, que quien se supone está en la Cámara de Diputados para hacer leyes, no tenga nociones siquiera básicas acerca del debido proceso y de la protección de datos personales. Que mejor nos diga el diputado de dónde sacó tremendas orejas de burro que se carga.

Bitácora de los Ángeles del Gordo

Las últimas encuestas muestran una caída en la popularidad del Presidente. Y aunque parece mínima, se confirmará como tendencia en los próximos estudios de opinión. Va quedando claro que la mayoría de los mexicanos no apuesta por la polarización.