Tiene 21 años y está desaparecida con su bebé

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(Foto: Archivo, El Gráfico)

La roja 28/05/2019 05:18 Tanya Guerrero Actualizada 14:58
 

Leydi Lucero Morales Arroyo, de 21 años, está desaparecida junto a Abdel, su bebé  desde hace más de dos meses. Su familia cree que fueron sustraídos de su propio hogar.

Desde el 9 de marzo de 2019, cuando ambos dormían en el departamento 10 de la Torre 104  Fraccionamiento La Toscana, en Atotonilco de Tula, no se sabe nada de ellos y autoridades de la Fiscalía de Hidalgo, lejos de avanzar en la investigación, “regañan” a la familia porque preguntan si hay avances.

Esa día, María Esther, madre de Lucero, entró al departamento de su hija para desayunar con ella. La puerta entreabierta, las llaves pegadas por dentro y la pulsera de bolitas de Lucero, rota y esparcida en la cama, hicieron sospechar a Esther. “El cuarto tenía un aroma como a sexo o a semen, como si  la hubieran violado ahí”, comenta. Si Leydi y su bebé de cinco meses fueron sacados a la fuerza, como lo supone la familia, al niño se lo llevaron con una cobija azul de barquitos, que falta de su ropa. La joven no traía zapatos, ni identificaciones.  Ella tiene una cicatriz entre la sien y la parte superior de la oreja, es  delgada y mide 1.53. Lo paradójico es que, la ventana que hace cinco meses la policía rompió para ingresar a la vivienda y rescatar a Lucero de la golpiza que le daba Óscar N., fue la misma por donde entraron a secuestrarla. Cuando  Esther llegó al domicilio, lo primero que vio fue el plástico, que tapaba provisionalmente la ventana, cortado. Supone que por ahí entraron. 

El 3 de diciembre de 2018, dos semanas antes de que Lucero diera a luz, la familia de Óscar le organizó un baby shower en casa de la madre de este hombre. Fue cuando, ya alcoholizado, tomó dinero que Leydi destinaría a gastos del bebé, y compró vino y cervezas. Leydi, molesta, le reclamó y se fue a pasar la noche  con su mamá. Ahí, Óscar la alcanzó, entró a la vivienda y la agredió, a tal punto que  vecinos llamaron a las patrullas por los gritos que venían del departamento.

“Le decía: ‘Hija de tu puta madre, ahorita te va a cargar la chingada. A mí no me estés reclamando por el dinero’ y ella gritaba: ‘Déjame, déjame’. Óscar abrió la ventana del departamento y la tenía como si  quisiera aventarla del tercer piso”. Esa noche llegó Protección Civil y, para detenerlo, rompieron el cristal de la ventana. Lo llevaron a Atotonilco de Tula y la madre inició una denuncia por agresiones hacia Lucero. Él fue liberado al otro día, porque su familia pagó mil 500 pesos de fianza. La denuncia que Esther inició ese día es parte de la carpeta de investigación por la desaparición de la chica. 

RELACIÓN MORTAL.  Ese episodio fue la cúspide de una serie de agresiones que desde el inicio de su relación, Óscar ejercía sobre Lucero. Se conocieron el año pasado trabajando en una sardinera. Su noviazgo duró dos meses y a pesar de las advertencias de su familia sobre la rapidez con la que evolucionó su relación, decidieron mudarse juntos. Pronto Lucero padeció el carácter agresivo e impulsivo de Óscar. El joven de 21 años la llevó a vivir a casa de su mamá, donde comenzaron las agresiones: “A él no le parecía que mi hija se arreglara, que saliera a la calle sola. Le decía que ella no tenía por qué saludar a nadie. Era muy celoso, le decía: “¿Qué? ¿te gusta ese wey? pues llégale. Las putas se van luego, luego”. Además de la agresión verbal, Óscar violentaba psicológicamente a Lucero por las noches: “Mi hija me decía que le daba mucho miedo porque de noche se transformaba. Rompía puertas a puñetazos y cuando no se podía desquitar con ella rompía lo que encontrara: un DVD, un cuadro de Cristo. Era cuando se drogaba”, narra la madre.  Él dejó de trabajar y  aportar dinero. Durante su embarazo, ella estaba tan descuidada que tuvo amenazas de aborto porque no comía. Cuando nació su bebé, ambos dormían en una colchoneta en el piso. Leydi, al no tener alimento, no producía leche y tampoco tenía dinero para comprar  fórmulas. La cicatriz de la cesárea se le infectó: “Cuando yo llegué, tenía 39 de temperatura. Le dije a Óscar que la llevara al hospital y dijo que él no tenía dinero”, cuenta. Dos semanas antes de que ella y el bebé desaparecieran, Leydi regresó a casa de su mamá. “Me dijo: ‘Ayúdame, mamita, ya no aguanto a este hombre. Ya no quiero estar con él, lleva días que me tiene encerrada y no me deja salir”. Dos semanas después, la madre y su hijo desaparecieron. 

Ese día, Esther solicitó la alerta Amber al Ministerio Publicó de Tula.

Ahí, la familia también denunció por segunda vez la violencia que sufría la joven y señalaron a Óscar como principal sospechoso.

La Fiscalía sólo ha emitido dos citatorios para que Óscar se presente a declarar, pero faltó las dos veces y no ha buscado a Leydi y a su hijo.

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