Promesas de cristal

Promesas de cristal

(Foto: Archivo El Gráfico)

Al día 31/01/2020 16:04 Roberto G. Castañeda Actualizada 17:23
 

Todos tenemos propósitos que siempre postergamos. Iniciamos el año con el optimismo en la mente y la apatía en el cuerpo. Unos kilos de más y los pretextos de siempre. La otra semana empiezo la dieta. Y el Facebook colgamos alguna promesa tonta que se romperá como las esferas navideñas. Atrás quedó el 2019, con sus doce meses desérticos. Un inventario de calamidades. Doce capítulos para un año que se va al carajo. Un recuento de infames: el político, las mujeres huecas, los ambiciosos, los corruptos, las histéricas, los patanes, los monstruos bajo la cama.

Y así podríamos seguirle: el líder sindical que tiene yate en Miami, el político que engorda su lista de promesas, los corruptos que negocian con nuestra pobreza. Y párale de contar. Malditos, los que violentan a la mujer. Malditos los sicarios con su alma podrida. Malditos los curas pederastas que acosan la inocencia. Malditos los criminales que nos acechan en la esquina, en el transporte público y afuera de los bancos. 

Infame, aquel lujurioso en el Metro. Infames, las mujeres que te condenan al olvido. Infame, el padre que no alimenta a sus hijos. Infame tú, infame yo, que cada año hacemos una lista de promesas que se marchitarán como el árbol decembrino.

Infame este país de nubarrones: Las mismas calamidades, sexenio tras sexenio, año con año. Trabajos deplorables, niños que toman las armas, profesionistas desempleados, diabéticos con la esperanza amputada, maestros en paro, madres abandonadas, jóvenes sin porvenir y ejércitos de adultos que nunca han sabido elegir el rumbo de esta patria accidentada. Justo pensaba en este recuento de infames, cuando un hombre ya mayor me pidió un cigarrito para calmar el frío. Su mirada era triste como el oficio de sepulturero. 

“Vine a empeñar un relojito que me regalaron mis hijos la Navidad pasada”, me platicó nomás de ganas. En automático miré hacia el frente para ver cómo la gente salía resignada del Monte de Piedad. “Nada más nos falta empeñar el alma”, añadió el abuelo. Quise decirle que  ya no valen nada, pero sólo asentí con la cabeza. “Pero nos quedan los sueños, esos siempre serán nuestros”, añadió. Fumé como si el cigarro guardara algún secreto. Pobre hombre, tuve ganas de abrazarlo, pero sentí que me vería ridículo. 

“¿Y usted en qué sueña, joven?”, me cuestionó. Me hubiera gustado decirle que así como él, soñaba con un país mejor, con una vida más tranquila, pero sólo me encogí de hombros. “¿A poco no tiene sueños?”, parecía realmente interesado. 

Habría que ser un ingenuo para guardar algún sueño en un país que es rehén de ladrones, en una tierra tan confiable como sus diputados y senadores. Malditos los corruptos, los que lucran con la necesidad del pueblo. 

Infames los que te dejan morir en el seguro social. Infames las mujeres que te abandonan a la deriva. Infames los pendejos que abandonan a los hijos. Infames los lamebotas y los vendidos.

Infames lo que no saben amar con el alma el vilo, los que no se entregan a la pasión. Infames los que se pierden la poesía de Dante Guerra: "Qué hago con la infamia/ de tus besos más hipócritas./ Qué carajos voy a hacer/ con las mentiras que tejiste/ en las esquinas de mi habitación./ Qué chingados hacemos/ con esta historia disléxica,/ con todos esos huecos que dejaste/ en este oscuro y patético guión/ que se fue desmoronando como/ polvo de ladrillo en el corazón".

Google News - Elgrafico

Comentarios