Like a la soledad

Manual para canallas

(Foto: Archivo El Gráfico)

Al día 21/03/2019 08:38 Roberto G. Castañeda Actualizada 08:38
 

Gente chateando sobre los temas virales, mientras la vida pasa rauda sobre una bicicleta. Gente que llega a casa y no tiene con quien hablar. Mujeres abandonadas que buscan esperanza en el chat. Hombres silenciosos que no saben conquistar miradas. Adolescentes frágiles de corazón y espíritu. Lobos disfrazados de corderos en WhatsApp, depredadores que merodean el Facebook. 

Gente pegada al teléfono sin nadie a quien llamar. Gente retratando un incendio. Gente posteando su soledad. Gente, personas, conocidos, que juegan Confetti o Candy Crush en horas de oficina. Gente que perdió la capacidad de mirarte a los ojos y sonreír sólo porque es un día soleado o la lluvia los ha juntado bajo un portal. Gente extraña, alienada, buscando señales en una pantalla de celular. Y llegas a casa y no hay un perro que mueva la cola, ni una mirada que te invite a pasar. Te quitas los zapatos, te pones las chanclas, mientras los silencios saben a esa misma humedad que se pega en el alma como algo difícil de erradicar. Enciendes la tele y las noticias están peor que ayer: diez muertos allá, otra docena por acá, demasiados caídos en esta tierra que arde cada día más. Una alerta en tu celular te indica que tu Facebook tiene un like. Buscas en el chat y el mensaje que esperas no llegará. 

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El número que usted invocó, no quiere saber nada. El número que usted pensó, ya ni piensa en usted. El número que usted dudó, ya está en brazos de otro. El número que usted quiere marcar, la engañó con otra. El número que usted marcó ya se hartó de sus pendejadas. Exacto, no tienes a quien llamar. Pasan las horas en soledad y no tienes a quien llamar. Se escurren los días, se van las horas como escarabajos tristes, y no tienes con quien hablar. Todo parece tan pinche triste, tan sin remedio, que te da escalofrío tan sólo de pensar que será otra noche en silencio mirando el techo antes de comenzar a bostezar. Otra noche como las demás. Otra madrugada con sueños en technicolor mientras la lluvia anuncia una nueva temporada de tormentas. 

Otra noche que se fue sin nadie a quien llamar. El número que usted pensó, ya ni piensa en usted. Tanto tiempo pegado al teléfono, jugando Confetti o cualquier tontería que te haga evadirte de las rutinas. Tantos ringtones, demasiadas canciones en la memoria, y nadie a quien llamarle cuando estás a punto de naufragar.

El tiempo se agota, pasa raudo y silencioso cual ave fugaz. Y tú no tienes a quien llamar. El número que usted marcó ya se hartó de sus pendejadas. El número que usted marcó ya es feliz con otro. Maldito celular de moda, triste agenda sin compromisos, pinche WhatsApp sin “te necesito” o un “te echo de menos”. Maldito celular carísimo que no te puede contactar con alguien que sepa escuchar. Saludos habituales en el trabajo, sonrisas falsas en el café de la esquina, amabilidad fingida en el Suburbano, amistades de media tarde que luego te habrán olvidado. Y cómo carajos sucedió que te quedaste tan a solas, con tantos amigos en el Facebook, con tantos contactos en el chat, con tantos putos likes en tu foto nueva, con esas ganas de hablar con alguien de las cosas simples, de lo grande que está la luna, de lo triste que es calentar la cena en el microondas, de la última película que te hizo llorar, de lo culero que es tu jefe, de lo mierda que son los partidos políticos, de tantas y tantas cosas que te merodean las dos o tres neuronas sanas que aún te quedan.

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El número que usted marcó, ya está en brazos de otra. Será mejor encerrarse en la temporada de canícula y el próximo otoño, a cultivar cactus miniatura frente a la ventana y mirar las lluvias limpiando el polvo, borrando las huellas de nuestros fracasos. Será mejor romper la dieta, hacerte la loca, hacerte el tonto, ponerse al corriente con la tarjeta de crédito. Será mejor pagar a tiempo las mensualidades de tus compras a plazos, porque eso resulta igual que el odio: siempre genera intereses y recargos. 

Será mejor no llamar a ese número que ya no quiere saber nada de ti. El número que usted marcó, está harto de que sólo le llame cuando está borracho. El número que usted marcó, no conoce a Edel Juárez: "Cuando no tenga a nadie,/ pero a nadie alrededor,/ estoy seguro que me evaporaré/ por completo, en un segundo.../ Vivo talándome, mermando mi cauce,/ quemando todas mis cosechas./ Un buen día no sabrás más de mí,/ pero estaré en todos lados". 

No, el número que usted marcó no quiere saber de poesías ni de la tristeza que artesanalmente usted va tejiendo en silencias noches. Así que mejor dedíquese a memorizar los consejos de Dante Guerra: "Cósete la boca con hilo cáñamo,/ pero no le llames de madrugada/ sólo para declararte derrotado,/ porque ya estás vencid@ de antemano./ Cósete la boca o muérdete los labios,/ pero no le llames a deshoras,/ para repetirle cuanto le has extrañado./ Está bien que lo sepa Jack Daniels/ o acaso el Captain Morgan,/ pero no sigas lanzando/ botellas al mar de los solitarios”. Y si puedes evita asomarte al espejo, no asomes la cara, porque te erizará los nervios tu baja autoestima.

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