Todo lo tiene bien grande y me encanta

Querido diario: Fernando es un gigante. Es decir, una montaña de carne y músculo. Junto a él soy tan pequeña, que a veces pienso que no me lo cojo, lo escalo.  Me dice que es ingeniero, pero le creería más si me contara que es guarura, luchador o de plano un superhéroe. A pesar de eso, su forma de hacerme el amor es siempre tan considerada, que pareciera temer romperme.  Estábamos desnudos, recostados de cucharita, él besaba mi espalda, mientras con sus dedos cosechaba la lubricación de mi sexo. Acercó su c

(Foto: Archivo El Gráfico)

Sexo 23/07/2020 09:35 Lulú Petite Actualizada 12:01
 

Querido diario: Fernando es un gigante. Es decir, una montaña de carne y músculo. Junto a él soy tan pequeña, que a veces pienso que no me lo cojo, lo escalo.

Me dice que es ingeniero, pero le creería más si me contara que es guarura, luchador o de plano un superhéroe. A pesar de eso, su forma de hacerme el amor es siempre tan considerada, que pareciera temer romperme.

Estábamos desnudos, recostados de cucharita, él besaba mi espalda, mientras con sus dedos cosechaba la lubricación de mi sexo. Acercó su cara a mi oído y, con un susurro, me pidió que le pasara un condón.

Paseó su lengua por mi oído antes de romper el aluminio del empaque y ponerse el látex. Puso sus manos en mi pelvis y me jaló hacia él. Su pene me estaba esperando completamente erecto. Lentamente su gran trozo de filete se abrió paso partiéndome las entrañas. Cerré los ojos y suspiré antes de sentirlo.

Era una pieza enorme. Comencé a gemir. Me rodeó con sus brazos. Es tan grande que lo que para él es, probablemente, el aleteo de una mosca, para el resto de la humanidad es un terremoto. Me tenía empalada y, al moverse, yo sentía que volaba, que tenía atrapada por su falo a una muñeca de trapo.

Mis gemidos ya eran gritos. Sus manos apretaban mis senos, con mis pezones entre sus dedos. Yo gritaba, gemía, rogaba por más. Cuando sentí que se me apagaban los sentidos y el orgasmo me reventaba la consciencia, él se clavó a fondo. Se vino como tsunami. Llegamos juntos y quedamos exhaustos, tumbados allí, de cucharita, con su carne dentro de la mía. Con su respiración en mi nuca, con la sensación del orgasmo todavía vibrándome en la piel y palpitando entre mis piernas. Qué delicia.

Hasta el martes, Lulú Petite

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