Su dedo largo y grueso dentro de mí

ZONA G 06/08/2019 07:52 Lulú Petite Actualizada 07:52
 

 Querido diario:  Homero es un hombre interesante. No es guapo en el sentido obvio, pero tiene un encanto que lo hace irresistible. No sé si me explico. De esos hombres que se atreven a todo, saben lo que quieren y cómo pedirlo. Yo bajaba del elevador después de ver a otro cliente, cuando me lo topé de frente. Me seguí de largo. Entonces sonó mi teléfono. Contesté mientras caminaba:

—¿Lulú?

—Sí —Respondí

—Estaba seguro. Voltea.

Era él; se había detenido junto al elevador. Comenzamos una conversación, aún por teléfono. Me explicó que reconoció mi vestido, por las fotos de Twitter y me pidió que subiera con él. No hago eso generalmente, pero te digo que el tipo tiene labia. En el elevador, como si nada, marcó su teléfono y con sinceridad de notario, le dijo a una chica que lo disculpara, que le había salido un imprevisto y no podría verla. 

Te digo que no es guapo, pero tiene un atractivo salvaje. Su cara es tosca. Mandíbula cuadrada, con la barba poblada, ceja tupida y ojos enérgicos. Corte militar, sonrisa pícara. Alto como cerro, pelo en pecho y espalda ancha. Sus nalgas paraditas y su cintura estrecha. 

Subimos juntos. Mientras metía la tarjeta en la cerradura, con su mano tan fuerte y rústica, yo sólo podía pensar en su sexo. ¿Sería tan grande como sus manos, como sus pies, como sus brazos musculosos, como todo él?

Abrió la puerta de la habitación y me hizo una seña amable para que entrara. Me sorprendió tanta calma y cortesía, mientras yo ya estaba totalmente algo nerviosa. Apenas cerró la puerta de la habitación, volteó a verme con una mirada que me hizo sentir desnuda, sonrió y, sin decir más, me pagó lo acordado. Me dio un beso apasionado, tomándome por la cintura y llevándome, como bailando, a la orilla de la cama. Caí sentada en la orilla del colchón y lo miré a los ojos abriendo mis piernas. Había algo intimidante en aquel hombre enorme que apenas conocía. 

Antes de que pudiera siquiera superar ese breve momento de incertidumbre, se arrodilló y metió su mano con firmeza por debajo de mi falda y sentí su dedo largo y grueso dentro de mí. Mientras me masturbaba logré llevar mi mano hasta su ingle ¡Wow! Era grande, largo, grueso y firme. Como una roca deliciosa y caliente. Un chorro en mi vagina empapó su mano. Moría porque me penetrara.

Sacó sus dedos, me quitó la falda y desabotonó mi blusa. Me tomó por mis piernas abiertas y agarrándome por las caderas, introdujo su miembro en mí. Lo hizo suave pero firmemente, hasta el fondo. Lo sentí tan adentro, tan firme, tan duro, tan increíblemente delicioso, abarcando todo el espacio que había en mí.

Comenzó a moverse rápidamente. Hasta que en mis venas estalló un orgasmo que me hizo agradecer la coincidencia de bajar y encontrármelo en la puerta.

Hasta el jueves, Lulú Petite

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