Seguía jadeando de placer sexual

Lulú Petite sexo sexualidad

(Foto: Archivo, El Gráfico)

Sexo 07/05/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 19:47
 

Querido diario:  No sabía qué me daba más placer: si la sensación de intensa llenura por tener su miembro enterrado en mi sexo, o lo apretada y hasta el límite que me sentía por tener las piernas presionadas contra mi pecho. Las tenía extendidas hacia arriba, mis rodillas dobladas para que mis pantorrillas reposaran sobre sus hombros.

Era mi primera vez con él. Un cliente español. Un tipo muy guapo, de mandíbula fuerte, sonrisa grande y mirada tierna. Me encantan los españoles en el sexo. Hablando de pollas, de follar, de correrse. Estaba a gusto con él.

Se bebió todos mis gemidos, y yo me aferré a su rostro mientras los brazos me cosquilleaban de puro placer. Cada vez que se clavaba adentro de mí hasta el fondo, todo mi cuerpo repicaba bajo el delicioso efecto de sus estocadas.

Él permanecía con los puños clavados en la cama para impulsarse adentro y afuera de mí, y a mí me encantaba bajar hasta sus brazos con las manos para palpar la tensión en sus músculos. Todo esto quedó difuminado cuando él aumentó el ritmo con el que me cogía de pronto, haciéndome echar la cabeza hacia atrás con un grito ahogado. Recibí cada una de esas duras embestidas mientras el cuerpo entero se me estremecía. A ciegas, le arañé la piel de los brazos, y lo que me gané fue una nueva ronda de este vaivén apretado y hasta torturador.

Me vine sin más, y él condimentó mi orgasmo con una sucesión de besos que me dejó por toda la extensión del rostro. Se había retirado de mí ya, pero estos besos se encargaron de encender muy bien las llamas que me recorrían el cuerpo. Gemí hasta que mis quejidos se convirtieron en suspiros, y al final sonreí al tiempo que lo escuchaba y lo sentía aterrizar a mi lado en la cama.

Rodé entonces sobre mi abdomen, aún jadeando pero lista para volver a la acción. Él se había acomodado sobre los almohadones y parecía esperarme, sosteniéndose el miembro agarrado por la base mientras me sonreía. Yo gateé por la extensión de sus piernas, 

sonriéndole también, y en lo que alcancé la altura de su pelvis me quedé allí. Su mano fue reemplazada por la mía entonces, en el instante en el que descendí con el rostro para hacerme con uno de sus testículos. Le succioné el derecho suavemente y con la lengua, todo mientras él se encargaba de ubicar el nuevo preservativo en la punta de su erección. Yo hice lo mío al arrastrar el forro a lo largo de su longitud con mis dedos cerrados en un puño.

Entonces me incorporé lo suficiente para abrir la boca y volver a descender, esta vez con su miembro enterrado en mí. Lo oí jadear mientras lo envolvía con la lengua, cómodamente alojándolo hasta el fondo de mi boca. Tuve que cerrar los ojos un segundo de lo bien que se sentía tenerlo palpitándome allí, pero no tardé mucho en moverme, mi respiración ya comprometida en todo el asunto. Un suspiro complacido se me escapó después de bajar y subir rápidamente, lamiendo y chupando todo a mi paso, para luego terminar con los labios fruncidos contra su pene.

Le di una sola voltereta con la lengua antes de recostar su erección sobre su vientre tenso, y me deleité con cada sonido y estremecimiento que salió de él mientras mi lengua le recorría la pieza endurecida desde la base hasta la punta. La levanté con una nueva paja, esta vez una corta y rápida, porque mi objetivo era hacerlo acabar en mi boca. Estaba acostada, mirando al techo, después de hacerle el amor dos veces. Era hora de irme, pero no quería. Estaba a gusto.

—Te invito a comer —me dijo.

Yo seguía jadeando. Mirando al techo. Sonreí. No tenía nada mejor qué hacer.

—Va —le respondí.

Hasta el jueves,  Lulú Petite

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