Se iba endureciendo

Lulú Petite sexo sexualidad

(Foto: Archivo, El Gráfico)

Sexo 28/05/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 15:02
 

Querido diario: Mi mano se cerró en un puño alrededor de su erección y sonreí como si hubiera salido ganadora a la lotería.

Samuel se devoró mi sonrisa a punta de besos cortos, picos que sólo me dejaron con ganas de más, y mientras tanto yo iba rozándole la piel con todos los dedos, encantada con el calor que irradiaba del grosor de su pieza. De a poco se iba poniendo más rígida y más gorda en mi mano, y lo único que podía hacer yo era imaginar cómo iba a sentirse cuando me la encajara entre las piernas.

Me gusta conocer clientes nuevos. Samuel es comerciante y quiso darse un gusto. Vino a la Ciudad de México de visita, me llamó, se metió en un motelito y llamó, para hacernos el amor. Es un hombre alto, de unos cuarenta y tantos años, moreno claro, cabello corto, aliento fresco, aroma delicioso y una sonrisa franca. Estaba nervioso cuando llegué, pero al paso de los besos, los nervios fueron bajando y la erección subiendo.

Él se encargó de rajar el empaque del condón. Se lo ubicó en la punta para que yo lo arrastrara hasta la base, ahí donde nacían sus testículos, y luego de compartir un último y fugaz beso conmigo, yo me dediqué a bajarle por el pecho con esa misma caricia que mis labios le habían proporcionado. 

Después de trazarle la línea del ombligo a punta de besitos, me encontré de lleno con su miembro rígido, y lo primero que hice fue acunar el saco de sus testículos con una mano. Así, fui bajando la cabeza de a poco, separando los labios lo suficiente como para acogerlo y mantenerlo apretadito adentro de mi boca. El movimiento era tan excitante que mi sexo no paraba de palpitar, enloquecido por la mezcla de sensaciones. Me estaba poniendo muy húmeda allí, con el culo aire y piernas cerradas.

Él me cogió suavemente por la parte trasera del cuello para ayudarme a comer, tirando hacia atrás cuando correspondía y empujándome hacia adelante cuando quería hundirse un poquito más adentro. Yo adopté mi propio ritmo al final, encantada con la manera en la que él succionaba el aire en nuestra habitación de aquel motel con los dientes apretados. 

Con una mano en mi nuca me atrajo hasta su rostro, y nos volvimos a unir en un beso candente que puso a mi sexo a vibrar una vez más. Gemí en sus labios, más que lista para que me penetrara, y me imagino que él lo intuyó de esa manera igualmente, porque lo siguiente que hizo fue tenderme sobre la cama. Luego de posar una mano en mi vientre para darme la vuelta, lo sentí respirar pesadamente contra mi hombro, obligándome a ladear un poco el rostro para espiar todos sus movimientos. Las piernas me cosquilleaban de la emoción. Finalmente lo sentí separarme los glúteos para hacerse paso en mi núcleo empapado y caliente, y el grueso de su tronco encontró un buen espacio para enterrarse adentro de mí.

Traspasada y con el corazón latiéndome a mil por hora, soporté las primeras estocadas con una sucesión de gemidos bien sentidos, que pronto se convirtieron en gritos cuando mi acompañante se desató a darme por detrás. Un brote de sudor me inundó la espalda, y no me extraña, si la piel se me encendió toda como una vela prendida en verano. Me quedo corta si digo que ese orgasmo me puso los ojos en blanco.

Hasta el jueves, Lulú Petite

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