Querido diario: Mientras me quitaba el vestido, lo vi desnudarse. Mis ojos estaban fijos en su miembro cuando rápidamente sacó un condón del interior de sus bolsillos, rasgó la bolsita y enrolló la goma sobre su carne de hombre.
Se acercó y me dio un beso que comenzó lenta y suavemente. El beso gradualmente se volvió más hambriento.
Rompió el beso, me dijo al oído lo que quería y obedientemente me puse senté en el borde de la cama y metí su miembro a mi boca. Gimió cuando mis labios se envolvieron alrededor de su sexo, y comenzó a deslizarse dentro y fuera. Me miraba directamente a los ojos mientras su sexo se deslizaba por mi garganta.
De pronto, me puso de pie, me empujó contra la pared, justo al lado de la cama, y me besó. Sus palmas manosearon mis tetas mientras yo bajaba mi mano derecha para encontrar la herramienta entre sus piernas. Tiró de mis pezones con brusca suavidad; gruñí salvajemente.
Mientras tiraba de su pieza increíblemente erecta, su mano derecha buscó entre mis piernas. Me frotó suavemente y yo separé más los muslos; mis rodillas se debilitaron. Luego movió el calzón y comenzó a frotar mis labios.
¡Estaba tan mojada! Podía escuchar mis propios jugos entre mis piernas. Me besó de nuevo mientras me metía dos dedos. Ambos gemimos en la boca del otro mientras él continuaba tocándome. En un momento, acercó su boca a mis pechos y me mordió los pezones mientras me tocaba el sexo con perversidad. Gemí en voz alta cuando un mini orgasmo me sacudió, estaba en llamas. Mis piernas se debilitaron y podría haber colapsado en el piso si él no me empujara antes a la cama.
Me acercó al borde, me puso sobre mi vientre y me la metió de golpe. Enterré mi cara en la cama, agarré las sábanas y mordí la almohada cuando el orgasmo fulminante se apoderó de mí.
Se levantó y me di vuelta para ver el condón lleno de esperma, que tiró a la basura. Se dio una ducha y se fue, sin decir mucho más. Yo me quedé tumbada en la cama otro rato, satisfecha, mirando al techo.
Hasta el martes, Lulú Petite
