¡Métemela ya!

(Foto: Archivo El Gráfico)

Sexo 31/10/2019 10:11 Lulú Petite Actualizada 10:12
 

Querido diario:  En cierto modo, es raro que una persona me pague por ver a otra, pero sucedió hoy. El martes pasado te conté de la noche que atendí a Mario, un buen cliente, te platiqué que es empresario y tenía en puerta un negocio y que, si salía de maravilla, él tendría que quedar bien con su cliente. Como el negocio resultó ser muy bueno, Mario me llamó y me pidió que atendiera al famoso cliente.

El ganón, con quien Mario hizo el negocio, es un argentino con residencia en los Ángeles, que se estaba hospedando en un hotel de Polanco. Como había mucha lana en juego en ese negocio, Mario decidió no escatimar en nada. Me pagó varias horas por anticipado, me dio llave de la habitación (para usarla en el elevador) y me explicó que yo sólo tenía que llegar al hotel, subir, llamar a la puerta y presentarme con el cliente diciéndole que yo era su regalo.

El argentino estaba guapo. Unos cincuenta y tantos años, estatura media, cuerpo tonificado con una ligera barriguita, propia de la quinta década, cabello canoso, mirada azul. Me recibió con una sonrisa, entre tímida y cómplice. 

Comenzamos a platicar, de México, de Argentina, de los viajes, de los negocios, del mundo. Pero sabía que no había ido a conversar, entonces me tomó la mano y me dio un beso en los labios que me supo a menta.

Me desabotonó la blusa y metió la mano buscando mis senos. Era bueno besando. Con las manos, que hurgan donde es debido, con la erección que crece, con la cintura que se mueve, con el pecho, con el brazo, con la respiración.

Le quité la camisa y olí su pecho. El aroma era delicioso. No sé qué loción use, pero le queda muy bien. Me gusta su aroma. 

Ya desnudos, nos metimos a la cama. Tomé un condón y bajé mi boca hasta allí, al verla tan parada y a él tan excitado, sentí ganas de que me la metiera en ese momento, que acabara el preámbulo y pasáramos directo a la penetración. Aún así comencé a comérmela. Él puso sus manos en mi cintura y con una fuerza de Hércules me levantó y, sin que yo dejara de chupar, me giró hasta poner mi sexo sobre su cara y empezó a lamerme el sexo en un 69 que hizo que todo me temblara. 

—¡Métemela ya!— Grité a medio gemido, cuando ya el primer orgasmo estaba explotando en mi cuerpo. Terminé rendida, pero muy satisfecha. 

Antes de despedirme, le expliqué que yo era el único regalo que, al terminar, se pone de nuevo la envoltura. Quedó de llamarme para volvernos a ver.

No sé si Mario por ser tan cariñoso, me hizo el regalo a mí. La verdad es que lo disfruté.

Hasta el martes, Lulú Petite

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