Me lo hizo tan rico, que todo el cuarto olía a sexo

Querido diario:  Salí de la ducha y me puse la lencería con ligueros que él pidió. Me retoqué un poco el maquillaje y rocié unas gotas de perfume en mi cuello y entre los senos.

Salí sin sostén con la tanga blanca, los ligueros, las medias y tacones de punta. Mi cabello caía sobre mis hombros y espalda.

Él me esperaba en la cama, también recién bañado, con la toalla sobre su pelvis y mirándome fijamente. Se relamió los labios, mientras bajo la toalla crecía una carpa de circo, ya estaba más que listo para recibirme.

Comenzó a masturbarse. Tenía un miembro largo y venoso. Tragué saliva y sonreí.

Caminé hacía la cama. Al llegar, avancé a gatas hasta donde él estaba, tomé un condón y se lo puse con la boca y caricias de mi lengua.

Él acariciaba mi espalda y apretaba mis nalgas mientras gemía. Cuando puso su mano en mi nuca, sentí cómo todos sus músculos se tensaron y un chorro caliente de leche llenó el condón en mi boca. Sentí el golpe de sus espasmos en mi lengua.

Lo limpié con toallas húmedas, tiré el condón y me acurruqué junto a él, de cucharita. Estuvimos platicando así un rato hasta que sentí que su miembro, de nuevo duro, se pegaba a la tela de mi tanga. Me abrazó más fuerte, me besó el cuello, lamiendo el lóbulo de mi oreja mientras paseaba los nudillos por mi espalda.

Estiré la mano, tomé otro condón del buró y se lo pasé para que se lo pusiera en lo que yo me quitaba la lencería. Me la clavó así. De cucharita y estuvimos haciendo el amor un buen rato, en muchas posiciones.

Cuando me fui, la habitación olía a sexo. Ya sabes. Como cuando todo sale bien.

Hasta el jueves, Lulú Petite