Llegamos al cielo

(Foto: Archivo El Gráfico)

Sexo 01/10/2019 10:12 Lulú Petite Actualizada 10:12
 

Querido diario: Tenía dos razones para estar emocionada. La primera, era que la habitación que nos había tocado tenía una vista preciosa de la ciudad. La segunda, era que mi cliente tenía el cabello largo y lacio, hasta por los hombros, y de algún modo eso lo hacía ver especialmente sexy. No fue hasta que la ropa comenzó a caer por capas sobre la alfombra, y mi mano se deslizó hacia aquella entrepierna abultada, que me di cuenta de que tenía una tercera y grande razón para sentir cosquillas.

Me tumbé de rodillas ante él de inmediato, arrastrándole el pantalón de las rodillas hacia abajo para terminar lo que había comenzado arriba. Finalmente, cuando llegó la hora de destapar lo que había debajo de su bóxer, no quedé decepcionada. Sonreí al tiempo que mis manos se cerraban alrededor de aquél gordo mástil que ese hombre había cargado debajo de los pantalones todo este tiempo. Su erección era lo suficientemente larga para darle espacio a mis dos manos para trabajar, por lo que me contenté con una paja de a diez dedos. 

Luego, puse mis manos en sus muslos y mis labios se cerraron alrededor de la punta de su pene. Él bajó la mirada hacia mí. Sentí ese temblor de lujuria que les recorre la espina a los hombres al ver a alguien metiéndose su sexo a la boca. Continué engullendo su miembro, introduciéndolo lentamente antes de comenzar a chuparlo. Él no se quería quedar como espectador, por lo que de inmediato sentí cómo su mano se apoyaba en la parte de atrás de mi cabeza para guiarme. ¡Caramba! Cómo jadeaba este hombre. Le estaba gustando.

La habitación se nos llenó del ruido sexual, dejándome saber en voz alta lo apretadita que le resultaba mi boca, y del ruido de su pene llenándome entera, haciéndome ahogar entre saliva y urgencia. Debo admitir que comencé a mover la cabeza rápidamente desde su base hasta la punta, dejándome llevar por el placer de tener ese pedazo de carne caliente penetrándome hasta la garganta. Mi mano derecha se fue a explorar mi entrepierna.

Mi cliente y yo compartimos una sonrisa afectada por lo agitado de nuestras respiraciones, mientras él se tomaba un momento para recogerse la melena en una coleta. Luego terminó levantándome del suelo por la barbilla, y en cuanto me tuvo de pie, tambaleante y excitada, me abrazó por la cintura con un lazo posesivo. Que me llevaría a la cama besándome con pasión y cadencia. Entre bailando y cogiendo.

La primera parte de nuestro encuentro fue bastante tradicional. Él encontró su camino hasta mi sexo empapado, listo para recibirle. Mis gemidos eran altos, pero también lo eran estos niveles de placer que me obscurecían la mirada.

Podía sentirlo a él arriba de mí mientras me embestía, imponente con esos mechones de pelo, y cada empujón que se mandaba hacia adelante me enviaba un paso más cerca de una explosión divina. Cuando nos venimos fue el cielo.

Hasta el jueves, Lulú Petite

 

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