Hicimos parados "el delicioso"

Querido diario: El calor de tu aliento en mi nuca me provoca escalofríos. Me besas el cuello y escucho tu respiración agitada haciéndome vibrar los tímpanos. Comienzo a lubricar.

Me llamaste temprano y vine a verte. Me gustó cuando abriste la puerta. ¿Cómo te explico? eres atractivo, pero no es que seas guapo, más bien tienes cierto magnetismo. Me invitaste a pasar con cortesía, pero en cuanto pudiste te lanzaste con todo.

Te acercaste y metiste tus dedos entre mis piernas, como hurgando por dónde ibas a entrar. Me volteaste, restregaste tu pantalón en mi culo y me respiraste al oído, fue cuando todas las moléculas de mi cuerpo vibraron.

Me subiste el vestido

Atrapaste con una mano uno de mis senos y, con la otra, comenzaste a estimularme el clítoris. ¡Caramba! Sabes lo que haces. La mayoría de los hombres ni siquiera saben dónde está, mucho menos tocarlo. Tú, en cambio, hacías los movimientos y la presión exacta, justo como yo misma me masturbaría.

—¡Cógeme! —te rogué cuando no podía más. Alargué el brazo para alcanzar un condón en mi bolso y te lo di. Tú me bajaste la lencería y, doblándome, con las manos apoyadas en el tocador y mis piernitas temblando, recibí tu miembro que entró de una estocada. Mis gemidos estereofónicos se oían seguramente por todo el motel, tú rugías, como bestia en celo.

Apretabas mis senos, los estrujabas, me besabas la espalda, acariciabas mis nalgas, mis piernas. En cuanto me viste alcanzar el orgasmo, te viniste a chorros. Yo me quedé allí, paradita. Con las piernas temblándome, el sexo palpitando y una sonrisa placentera. Te invito a seguirme en Twitter: @Lulu__Petite (con doble guion bajo) Hasta el jueves, Lulú Petite.