¡Experto en lenguas!

Lulú Petite sexo sexualidad

(Foto: Archivo, El Gráfico)

Sexo 28/02/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 19:42
 

Querido diario:   Estaba atendiendo a Luis en nuestro motel de costumbre, cuando puse mi mano sobre la suya. La misma con la que él me ama saba las tetas mientras se comía lo que había entre mis piernas.

Me tenía con la piel erizada y los ojos cerrados, mientras gemía incoherencias, pero era la boca de él la que me ponía a retorcerme sobre la cama. No todos los hombres dominan el sexo oral. No se trata de lamerlo todo sin sentido, sino de estimular donde los sentidos se concentran. Luis lo hacía muy bien.

Y es que no había manera de huirle y no quería detener el incesante roce de su lengua. Pensé que iba a darme tregua, pero se instaló sobre mi clítoris para chuparlo abiertamente y penetró con un dedo en la pared espesa de jugos aposentada en mi entrada. La fricción de su dedo entrando y saliendo me agitó hasta el grito. Ni hablar luego de lo que se desató en mi vientre por la succión que había desatado en el botón más caliente de mi cuerpo.

Me vine con dos dedos suyos adentro. Olas de placer me subían como llamas de fuego por el abdomen, mis tetas y quemándome la cara; de pronto, mis piernas ya no existían.  Tenía las sienes y la espalda empapadas cuando Luis me cerró los muslos tembleques y, de un tirón, me obligó a tumbarme sobre el ombligo.

Apenas gimoteé,  incapaz de aterrizar por demasiado tiempo en lo que era la realidad que me rodeaba. Sólo sabía que acababa de venirme deliciosamente, pero pronto me enteré, en el instante que volví a sentir sus manos calientes sobre mi cuerpo, que en cuestión de nada iba a volver a hacerlo. Y más fuerte aún.

Luis me subió por las caderas él mismo, obligándome a espabilar con un masaje en la espalda para que colocara las rodillas firmes para él. Me lo pidió de una forma tan aterciopelada mientras lo oía ponerse el condón, que hice un esfuerzo consciente por imprimirle fuerza a mis extremidades. Nada más saberme lista para que me cogiera de perrito fue suficiente aliciente.

Luego fui consciente de cómo hundía los dedos en mis caderas y lo siguiente que supe fue que me hallaba empalada por la longitud de su miembro. El gruñido que lo oí soltar me puso tan débil en todas partes, que comencé a gemir una vez más, atacando con las uñas y los dientes a la almohada que me sostenía. Poco le importó a mi acompañante que mis piernas dejaran de responder a la segunda embestida. Me mantuvo en alto por sus propios medios, ganándose mis gritos en aquella habitación cerrada. Es que, si no me había dado tregua con la lengua, con esa pieza mucho menos.

Ahora lo sentía jadear justo encima de mi hombro, su aliento tibio me ponía la piel chinita. Por fin me había dejado caer para atacarme con las nalgas arriba, sosteniéndose en vilo sobre mí con los brazos extendidos a cada lado de mi cuerpo. Bajó lo suficiente para besarme la cara sudada y roja cuando la alcé para respirar, respondiendo con un gemidito a cada embestida con la que me echaba hacia adelante.

Estaba ida. El calor de su cuerpo me envolvía en el delirio perfecto para perderme en otro orgasmo, pero este pintaba más fuerte. Ya todo mi cuerpo se había echado a temblar. Fue tanto el placer y tan intenso el orgasmo que, al menos por un instante, pensé que iba a perder el sentido, mis piernas temblaron, apenas sosteniéndome. Cuando sentí que me caía, Luis me tomó del vientre, me mantuvo en cuatro y en la siguiente estocada sentí cómo disparaba su leche, llenando el condón durante un grito de júbilo y victoria.

Hasta el martes, Lulú Petite

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