Este es mi ritual para hacer "el delicioso"

Querido diario: El ritual, es más o menos el mismo. Recibo una llamada o un mensaje en WhatsApp, contesto las preguntas básicas (y una que otra pregunta tonta). Nos ponemos de acuerdo en el lugar y hora para la cita.

Voy al hotel, generalmente, en el ascensor reviso los últimos detalles: el cabello está acomodado, la piel huele bien, aliento fresco, cuerpo dispuesto… Toc, toc, toc.

Cuando la puerta se abre, un beso y algunas palabras amables rompen el hielo. La ropa: algo lindo y sexy, fácil de quitar, pero no tan obvio que grite: ¡Puta! Pasamos a la acción.

Casi siempre, los labios son el preámbulo para entrar en romance. Ya en la cama, un oral bien atendido, siempre es el mejor momento para poner en su lugar el condoncito que hará que la diversión sea segura ¡Sin globos no hay fiesta!

Después de eso, la diferencia la hace el cliente. Hay de todo: clientes nobles, prudentes, cariñosos, ganosos, intensos, tranquilos, desesperados, hábiles, torpes, grandes, chicos, altos, bajitos, tiernos, rudos, inteligentes, chistosos, lentos, rápidos, normales, excéntricos, avaros, generosos y un sinfín de etcéteras. En cualquiera de los casos, son personas que han invertido para estar conmigo. Nomás por eso, debo ser considerada y dar el mejor servicio posible.

Ese es el trabajo de una escort. Entender que cada cliente es una historia y que ninguno paga lo que paga sólo por el gusto de que le abras las piernas, sino por la emoción de hacer una travesura, de cumplir una fantasía o de ser mimado por una mujer hermosa. Por eso, lo mío no se limita a que me pagues por dejarme coger, sino porque, detrás de tu llamada, mi cuerpo, rostro, ropa y maquillaje, hay una mujer que sabrá consentirte, escucharte y hacerte sentir, justo eso por lo que estás pagando.

Te invito a seguirme en Twitter: @Lulu__Petite (con doble guion bajo)

Hasta el jueves, Lulú Petite.