Entre gemidos y sudor

Lulú Petite sexo sexualidad

(Foto: Archivo El Gráfico)

Sexo 07/03/2019 09:15 Lulú Petite Actualizada 19:41
 

Querido diario: En la calle, hacía un calor de horno, pero en la habitación, el clima era más bien fresco; el ideal para acurrucarnos. Ahora que nos encontrábamos desnudos en la cama, un resplandor grisáceo caía sobre las sábanas blancas. Esto hacía lucir la piel clara de Javier aún más pálida de lo que ya era. También nos brindaba cierta aura de intimidad, que supuse que él apreciaba porque demostraba ser un hombre más bien tímido. A mí se me antojaba muy tierna esa manera tan delicada suya de tocarme. Incorporada a cuatro patas sobre el largo de sus piernas extendidas, le sonreí con ternura al tiempo que le ajustaba el condón jalándolo con mis manitas por el largo de su tallo, erecto y venoso.

Mi rostro descendió para quedar semioculto detrás del grueso de su erección, en lo que yo aprovechaba para llevarme uno de sus testículos a la boca. El punto húmedo entre mis muslos muy juntos fue haciéndose cada vez más copioso mientras chupaba. Javier respiraba fuerte por la nariz, y de vez en cuando me regalaba el placer de oírlo gemir de satisfacción.

Yo también me sentía satisfecha. Lo miré a los ojos con el propósito de recorrerme el largo de su miembro con la punta de la lengua.

—Por Dios... —me dijo él entonces, cerrando los ojos con un estremecimiento. Yo me reí, contenta por obtener esta reacción de su parte, y así me dispuse a colocarme de rodillas para acomodarme a horcajadas arriba de su pelvis. Él me recibió con la espalda bien puesta contra la cabecera, echando el rostro hacia atrás para mirarme a los ojos mientras sus manos se adueñaban de mis nalgas.

—¿Te gusta? —le pregunté haciéndome la inocente. Javier me cubrió la barbilla a punta de besos húmedos, siempre con una sonrisa en la boca y en la mirada.

—Me encanta —respondió amable, sosteniendo su miembro duro que apuntaba ya a la raja entre mis piernas. Finalmente, tomé asiento arriba de su erección. El grueso de su miembro penetrando en mí me hizo expulsar el aire por la nariz pesadamente, para luego terminar arqueándome en una C invertida que destilaba tanto placer como mi piel ardiendo.

—Ahhh... —me quejé con un gimoteo que me echó hacia adelante, sobre el cuerpo de Javier. Él se aprovechó para recorrer la piel de mi espalda con las manos abiertas, todo el rato paseándose con la punta de la nariz por el rubor de mis mejillas.

Mis manos se fueron a sus hombros, en donde le clavé las uñas, y en eso le di rienda suelta a una buena sesión de saltos a manera de embestidas. Ahí se me desataron los gemidos y el sudor, además de la sensación electrizante de un orgasmo que me venía trepando desde los tobillos. Era tan rico buscarlo por mis propios medios que cada vez me sentaba con más fuerza sobre su erección, asegurándome de buscar adentro de mí esos puntos deliciosamente despiertos de mi carne más apretada.

Javier jadeaba debajo de mí, me sujetaba por las caderas, y a mí me llegaba, acentuada, la sensación húmeda y tibia de sus labios que iban dejando un trazo de besos en mis tetas. Fui echándome hacia atrás por instinto, ida entre los escalofríos del placer. Terminé recostada sobre sus piernas con una sonrisa tonta en la cara, disfrutando al máximo de cada segundo en el cual, Javier me atraía hacia su pelvis para clavarse en mí. Era un baile que pronto iba a acabar en fiesta.

Un beso, Lulú Petite

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