Clavada como mariposa

(Foto: Archivo El Gráfico)

Sexo 14/11/2019 10:05 Lulú Petite Actualizada 10:05
 

Querido diario: Darío es un hombre grande. Alto como montaña, robusto, de manos enormes como manoplas, cara tosca, espalda ancha. Si fuera púrpura, pensaría que es Thanos. Del tipo que sería perfecto para guardia de seguridad de un jeque árabe, pero no es guarura, ni siquiera cadenero; es maestro de secundaria y, a pesar de su tamaño y apariencia, en la intimidad es el tipo más tierno y caballeroso.

Eso sí, lo tierno no le quita lo cachondo y lo caballeroso, no me quita el cogidón que me puso, porque tiene una herramienta proporcional a su cuerpo y no iba a perdonarme el acostón. Apenas entramos en confianza, me tomó con sus manotas. Estábamos de pie. Entre la cama y la pared. Sus besos eran deliciosos. Con un erotismo salvaje que estaba yo disfrutando mucho. Me bajó la cremallera del vestido de un jalón, tan precipitado que temí que lo rompiera.

—Con más cuidado— Lo regañé, el sonrió y se disculpó, dándome un beso más apasionado. Era mi turno de bajar su zipper. ¡Wow! Saqué una herramienta gorda y larga. Con las venas saltonas y la cabeza enorme, a punto de explotar. Parecía más una ojiva nuclear que un pene. Alcancé un condón, me arrodillé y se lo puse con la boca.

Él, casi desesperado me ayudó a levantarme. Sus manos apretaban mis nalgas como dos duraznos. De pronto me levantó en el aire y me recargó contra la pared. Sentí el frío del muro en mi espalda y gemí, él me cayó con un beso.

Entonces movió la cadera con agilidad y una puntería de arquero olímpico, me clavó su miembro entre las piernas. Era tan grande que me sentí empalada, atravesada como mariposa en alfiler, clavada a la pared. En cuanto comenzó a moverse sentí un placer descomunal. Ese hombre sabía lo que hacía. Me la metió duro y rápido contra la pared, hasta que sentí como la potencia de su miembro bombeaba leche al condón a chorros. Cuando me besó, aún moviéndose en los espasmos de su orgasmo, sentí venir el mío, una explosión de placer que me hizo gritar.

Hasta el martes, Lulú Petite

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