Así llegué a un orgasmo potentísimo

Querido diario: Tenía el cabello en cola de caballo. Tu mano entre mi cuello y mi nuca y tu miembro en mi boca. Tu voz, completamente varonil me excita muchísimo cuando gimes ¿Sabes? Yo te masturbaba y, al mismo tiempo, chupaba con entusiasmo tu cabecita inflamada redonda. 

Comencé a lamer el tallo y tú lo golpeabas contra mis mejillas antes de meterlo de nuevo en mi boca.

—Tengo ganas de cogerte sentada— Me dijiste. Te sentaste a un lado mío, en la cama y te me quedaste viendo.

—Súbete— Dijiste

—¿Cómo?— Respondí, no entendí a la primera

—Siéntate aquí— aclaraste blandiendo tu miembro y señalándolo con la mirada, explicándome sin decirlo que querías que me acomodará allí. Abriste las piernas lo más que pudiste y yo me senté en tu regazo, acomodando tu miembro en mis labios vaginales. Entró despacio. Yo casi flotaba, manteniendo mi equilibrio con los dedos en tus muslos y sintiendo cómo te movías dentro de mí levantando tu cadera. Yo respiraba agitada entre el esfuerzo físico y la excitación. Me besaste la espalda y luego comenzaste a lamerla mientras tu pene se acomodaba en mi interior.

—Ponte de perrito— Me ordenaste. Puse las rodillas en el colchón, a la orilla de la cama y las manitas estiradas agarrando la almohada, me incliné para acomodar mi mejilla también contra el colchón y ofrecerme lo más posible a tus deseos. Tú te pusiste de pie a la orilla de la cama, me acariciaste las nalgas, tocaste mis labios y los abriste, para sentirme empapada. Me la metiste toda y comenzaste a moverte salvajemente.

De pronto me abrazaste y me levantaste en vilo. Me seguiste cogiendo así. En el aire. Y volando te sentí venirte. Y volando llegué a un orgasmo potentísimo. Cuando al fin volví al piso, te quité el condón lleno y, aún con las piernitas temblando, como venadita, lo llevé al cesto. Necesitaba recuperar el aliento.

Un beso, Lulú Petite