¿Ahora sí?

Sexo 29/01/2019 05:18 Lulú Petite Actualizada 19:20
 

Querido diario: Viéndome ya prácticamente desnuda frente a Alberto, me detuve. Me quedé nada más con mis calzoncitos, una lencería negra, de encaje. Lo empujé arriba de la cama para que se recostara, todo con un toque juguetón. Él se echó a reír apenas aterrizó sobre el colchón, me quería jalar, para besarme, pero lo detuve.

—Espera. Yo estoy casi desnuda y mira todo lo que tú tienes encima —le dije, risueña y todavía de pie al borde de la cama, ubicándome con una pierna a cada lado de las suyas. Le desabotoné la camisa, sin pausas que se prestaran a distracciones, y después de acariciarlo sugestivamente, me moví a su pantalón. La hebilla del cinturón cedió con la misma facilidad que su camisa. Bajo su cierre, se levantaba la tienda de campaña de una erección deliciosa.

Me mordí el labio inferior. Entonces palpé el colchón a sabiendas de que hacía unos segundos había dejado allí un preservativo y cuando lo encontré, miré a Alberto con picardía y agité el condón.

—¿Ahora sí vamos bien?—, me preguntó, entretenido con mi jugueteo, al tiempo que yo hurgaba entre el agujero de su cremallera.

Algo maravilloso cambia en el cuerpo de las personas en el momento en que sienten placer, un cambio casi imperceptible, pero delicioso, como si la piel se pusiera en guardia y los músculos se estremecieran. Me dispuse a masturbarlo, inclinada sobre él para darle un ángulo interesante de mis tetas y me sostuve de su muslo con la otra mano.

—¿Tú qué crees? —le contesté por fin. Él negó con la cabeza y la dejó caer sobre las sábanas, mirando al techo, entregado. Tenía la misma expresión entre satisfecha y cómplice que yo, mientras jalaba su erección lentamente, de arriba hacia abajo, sintiendo la delgada piel de su potente miembro, su calor, el bombeo de su sangre. Estábamos muy calientes, así que alzó las caderas y me dejó retirarle las prendas por los tobillos, sin prestarle demasiada atención a en dónde aterrizaban. Una vez colocado el condón, le separé las piernas y me ubiqué de rodillas entre ellas. Qué fantástico fue verlo a los ojos mientras su miembro me penetraba la boca. Lo sostuve por la base para llevármelo con mayor comodidad hasta el hueco caliente y apretado que dibujaba la parte interna de mis mejillas y una vez hundido hasta la mitad allí, me dediqué a chuparlo con avidez. Mi lengua estaba a la disposición de erizarle la piel y, por supuesto, de ponerlo todavía más duro. Él respiraba fuerte separando los labios de vez en cuando como para decirme algo, pero eventualmente se sabía incapaz y reemplazaba las palabras con un jadeo. Esto de intentar metérmelo cada vez más adentro nos estaba excitando muchísimo, me daba cuenta por el nivel de flujo que ya se me agolpaba abajo.

Conocí a Alberto a inicios del año pasado. Es un buen tipo. Divorciado, con dos hijos y poco tiempo para él. De vez en cuando me busca para hacernos el amor.

Con un movimiento rápido sacó su miembro de mi boca y me acomodó en la cama, con la mirada al cielo. Entonces, lo vi ponerse sobre mí, acomodar su miembro con la mano derecha entre mis piernas, ponerlo en mi abertura y meterse de golpe, haciéndome gritar. El placer fue mucho y la hora con él, deliciosa.

Hasta el jueves, Lulú Petite

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