al sur de Morelos

Tras terremoto del 19/9, Jojutla clama ayuda

Varias viviendas quedaron en ruinas; otras están a punto de venirse abajo

Gibrán Casas, El Gráfico

Gibrán Casas, El Gráfico

La roja 24/09/2017 16:01 Jorge Arturo Sánchez Actualizada 16:05
 

Gibrán Casas 

En Jojutla no hay edificio altos, ni grandes torres, pero para muchos es la zona más devastada por el temblor de 7.1 que cimbró parte de México. 

Es un pequeño pueblo situado al sur del estado de Morelos, donde el laberinto de destrucción comienza apenas uno entra al pueblo. 

Hasta antes del 19 de septiembre, Jojutla recibía a sus visitantes con un clima caluroso; ahora lo hace con los techos de sus casas a ras de suelo y con las calles llenas de rescatistas. 

Siguiendo de frente por entre los escombros, aparecen los restos de lo que fue la colonia Jojutla de Juárez Centro. 

Sentados en el borde de la banqueta, a espaldas de lo que solía ser su casa, una familia muy pequeña cuida las pocas cosas que el terremoto no se llevó a su paso.

Un sólo techo que no alcanzó a desplomarse fue lo que los salvó. La suerte hizo que se resguardan ahí en el momento de la violenta sacudida.

Quienes aquí viven, dicen que ya se han removido escombros en 60% de la colonia, sin embargo, el panorama es devastador. 

Aunque las cifras oficiales señalen unos 18 decesos en Jojutla, la gente cree que fueron muchos más. 

ZONA DEVASTADA

Cuando se llega a la colonia Emiliano Zapata —donde ayer ingresó la maquinaria pesada— no importa a dónde se mire, todo está en ruinas. 

Los útiles y las mochilas de los alumnos de la escuela primaria 10 de Abril, casi colapsada, aún permanecen sobre las bancas, al igual que las anotaciones de las clases de español y matemáticas. 

Alrededor se mueven sin cesar militares, paramédicos, rescatistas y muchas personas que ofrecen bebida y alimentos a cualquiera que se cruce en su camino. 

Algunas voces cantan 'México lindo y querido' al mismo tiempo que llevan escombros en una carretilla, para no dejar de lado ese humor tan característico de nuestro pueblo.

Sin embargo, la ciudad pende de un hilo. Varias casas están a punto de caer y otras esperan su turno de ser derribadas. 

Caminar entre sus calles es como andar por un laberinto de escombros, del que muchos no pueden escapar porque es el lugar que los vio nacer, en el que deben permanecer porque no hay otro lugar a dónde ir

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