La batalla de Culiacán

LEO AGUSTO

OPINIÓN 21/10/2019 19:58 LEO AGUSTO Actualizada 19:58

La semana comenzó y terminó con sendos golpes al avispero del crimen organizado, cuando el secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, habló de un “punto de inflexión”, una supuesta disminución en el número de homicidios dolosos.

A esa misma hora del lunes, se gestaba una emboscada en contra de policías en el municipio costeño de Aguililla, Michoacán. El saldo: 13 elementos caídos en cumplimiento de su deber.

Al día siguiente, 14 personas causaron baja en Guerrero durante un enfrentamiento entre el narco y el Ejército. Y el jueves, Culiacán vivió horas de terror en un escenario de guerra pocas veces visto en México.

El gobierno federal desmanteló áreas estratégicas de inteligencia, como el Cisen.

Y así se metieron en la capital de Sinaloa, donde buscaban detener a Ovidio Guzmán López, el cuarto hijo de ‘El Chapo’. Ovidio sería extraditado a Estados Unidos.

Pero una vez que lo tuvieron detenido, el gobierno de López Obrador ordenó liberarlo porque se vieron rodeados por el cártel y superados en número de hombres y armas. ¡Plop!

Además, la ciudad era rehén del grupo criminal y, como remate, familias de militares que estaban acorraladas en una unidad habitacional fueron usadas como moneda de cambio para la liberación de Ovidio. 

Y es que Alfonso Durazo piensa en su candidatura al gobierno de Sonora y, en menos de un año, ha colocado en un “punto de inflexión” al gobierno de López Obrador, similar al que vivió el gobierno de Peña Nieto con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

En el sexenio de Felipe Calderón fue él mismo su propio punto de inflexión, cuando inició su guerra contra el narco en 2007.

Ni Calderón ni Peña reconocieron ninguna batalla perdida en la guerra contra el narco hasta que la derrota misma los reconoció a ellos. Y para allá va López Obrador. 

El Presidente no movió su agenda en Oaxaca para trasladarse a la capital, ya no digamos al punto del conflicto.

El pasmo ante el error es tan grave, como defender su falta de estrategia con pronunciamientos más propios de un líder religioso que de un jefe de Estado.

La negación de la realidad puede ser más costosa políticamente conforme transcurra el tiempo de esta batalla en Culiacán, donde la 4T puso en peligro a la población civil y pudo terminar peor si el gobierno no hubiera negociado su derrota con el crimen organizado. 

Radar de lo absurdo. El periódico El País deberá agregar dos nuevos géneros periodísticos a su Libro de Estilo, publicado por editorial Aguilar: la maroma periodística y el nado sincronizado.

Los reporteros Pablo Ferri y Luis Pablo Beauregard son los innovadores. Ferri trinó desde su cuenta de Twitter: “Doce años a sangre y fuego y ahora no le damos uno de gracia a alguien que intenta algo distinto”.

Y Beauregard compartió una bonita postal desde el estadio de los Tomateros de Culiacán para dar fe de que la ciudad había vuelto a la normalidad. Tan normal como en su momento fueron sus notas favorables a cierto exdirector de Finanzas de Pemex con el que comparte apellido. ¿Serán parientes?

@LeoAgusto

 

Comentarios