A DETALLE

Se revela la verdad de cómo el penal de Topo Chico fue domado

Uno de los penales más violentos de México fue cerrado hace cinco años. No parece tanto tiempo, pero su proceso de extinción ha dejado una serie de mitos que hoy, gracias al pódcast ‘Penitencia’ serán develados

 

Se revela la verdad de cómo el penal de Topo Chico fue domado

Foto: (Especiales)

Historias 22/05/2024 19:48 Redacción Actualizada 19:48
 

Mientras el penal de Topo Chico, en Nuevo León, se mantuvo abierto fue la sede de la violencia más cruenta. Primero controlado por los Zetas, y después por ellos y su escisión, el Cartel del Pacífico, este emblema de lo peor que le puede ocurrir a un sistema penitenciario que pretende reinsertar a los delincuentes fue controlado por un grupo de expertos que, desde el primer momento, sabían que ese infierno tenía que desaparecer.

“Orlando”, el invitado de Saskia Niño de Rivera para abrir la nueva temporada de “Penitencia”, dedicada a contar lo que se sabe poco sobre el penal de Topo Chico, fue un protagonista estratégico que estuvo al frente de las operaciones para retomar su control, como primer paso, y cerrarlo definitivamente como segundo.

“El gobierno de Nuevo León pidió ayuda a la Federación para que el cabecilla que controlaba el penal fuera “extraído” y trasladado al penal de Puente Grande”, cuenta Orlando. “Nos dieron el acceso. Nuestra tarea sólo era extraer, no íbamos a tomar el control”. 

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Pero entrar por los líderes y no hacer nada más podría ser contraproducente. Con dos grupos peleando el control al interior, pronto habría una nueva guerra entre los que se quedan por el control del centro, y eso agranda el problema que se quería combatir.

“No íbamos sólo por un líder. Llegamos con una estrategia integral, que fue lo que le presentamos al gobernador Jaime Rodríguez. Necesitábamos tomar el control total de las cárceles, golpeando las estructuras completas en un solo golpe. Fue un trabajo muy complejo, prácticamente quirúrgico”.

El penal de Topo Chico quedó cerrado en septiembre de 2019. Tres años y medio después del motín en el que, oficialmente, 40 personas perdieron la vida. 200 en las cifras extraoficiales de testigos.

- Para ti, como experto en materia penitenciaria, ¿qué pasa que a los gobernantes les da miedo tomar el control de los centros, si hacerlo es oro molido, si las cifras muestran que hacerlo disminuye los delitos de alto impacto?

- Puede ser que en cierta medida sea miedo, pero creo que es falta de voluntad política. El sistema penitenciario es el último eslabón en la cadena de seguridad y no son votos, además de que realmente no creen que tomar el control vaya a beneficiar los índices delictivos.

- Pero ahí están los números.

- Exactamente. Cuando vamos y platicamos con algún gobernador, les explicamos con datos del propio Secretariado Ejecutivo. Pero también influye que, años atrás, los problemas en las cárceles eran esporádicos. Pero empezó Chihuahua y después Cadereyta y Topo Chico, pero ahorita el conflicto está en el Estado de México, en la CDMX, Campeche y en La Pila, en San Luis Potosí.

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Foto: (Especial)

TOPO CHICO A DETALLE

Al entrar y tomar el control del penal de Topo Chico, el equipo de Orlando encontró lo previsible: armamento de alto poder, cargadores abastecidos, drogas, lujos para los líderes que incluían suites con todos los lujos, un centro de baile, un bar con una lista amplia de bebidas, jacuzzis, barberías, gimnasios.

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Esta situación contrastaba con lo que ocurría con los enfermos crónicos, los que vivían con VIH o con alguna otra enfermedad infecciosa o mental. Todo ellos pasaban días y noches “tratados peor que animales”, sin un seguimiento de sus padecimientos, de su nutrición, de nada.

Pero lo que más llamó su atención al ingresar al penal fue una asede datos que encontraron en una computadora, oculta en un muro, en el que estaban los nombres de unas 2,500 personas privadas de su libertad.

Esos nombres estaban relacionados con los nombres de sus familiares, direcciones con imágenes satelitales, fotos de los frentes de las casas, e incluían notas como “fulano de tal nos puede dar 20,000 pesos a la semana”.

U otras como “esta otra persona no trae nada, pero con trabajo nos puede pagar”.

Y toda esa información la ponían a trabajar a un centro de monitoreo, con cámaras y pantallas, con el que vigilaban lo que ocurría en las calles de Monterrey.

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Foto: (Especial)

“Era un sistema extorsión bien organizado por los zetas, muy cabrón, a mí,  trabajando en la seguridad pública, no me había tocado ver algo tan bien estructurado, tan bien organizado, y menos dentro de una cárcel”, acepta Orlando a Saskia Niño de Rivera.

Y esa estructura de telecomunicaciones trabajaba bajo la protección de la santa muerte. Ocho de cada 10 personas privadas de su libertad en algún penal de Nuevo León es devota a la santa muerte.

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Foto: (Especial)

Se decía que hacían rituales, incluso con humanos, con internos que reportaban como suicidios, murió en una riña, lo normal. No hay constancia de nada.

“Pero cuando tomamos el control del penal, hicimos el cierre, se quedó vacío, yo y un grupo de colaboradores nos quedamos para revisar de todas las paredes para ver si podíamos encontrar más armas, drogas, cuerpos, pero nuestra información es que no había.

“Doy la orden de que derrumben el altar de la muerte, pero nadie podía hacerlo.  Las máquinas se apagaban al acercarse. Nadie lograba derrumbarla. Tuvimos que tirarla a marrazos”.

Orlando y su equipo llegó a Nuevo León con un sistema penitenciario en manos de la delincuencia. ¿Qué hicieron para vencerla? Fortalecer el sistema a su favor e identificar a cada uno de los trabajadores del penal para saber quién era su jefe real.

“El día que hicimos el operativo para tomar el control de Topo Chico trasladamos a 500 personas privadas de su libertad. Sacamos a los líderes, se fueron a centros federales, y encontramos mucha droga”, cuenta Orlando. “De repente, por la mañana, llega el jefe de monitoreo y me dice que están golpeando a oficiales. Cuando llego a la aduana estaban hechos bolas ahí y les digo ‘ábrame la puerta’, ¿quién va a calmar esto?”

Al negarse, Orlando tuvo que endurecer la voz. Ya dentro lo primero que ve es un grupo de internos golpeando a su compañero. Sin tratar de herir a nadie, empieza a lanzar al aire, a las paredes. Así fue como realmente lograron calmar a la población, completamente enardecida.

“Les apuntamos con las armas: ‘tranquilos, al piso todos, al piso todos, tú, al piso’, y más tiros al aire. Gracias a Dios no pasó nada, no hubo ninguna pérdida humana y tomamos el control del Topo Chico el 26 de marzo del 2019”, recuerda el experto entrevistado.

“Yo no pensé, la verdad, en esa situación y sus consecuencias. Yo pensé solamente en calmar la situación, en controlarla. Simplemente me metí a la boca del lobo y gracias a Dios salieron las cosas bien.

“Fue mucho trabajo de inteligencia. No queríamos generar una guerra”.

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