RECUENTO DE UN DIARIO INDISPENSABLE

Héctor de Mauleón reseña cuál fue la semilla que concibió a EL GRÁFICO, hace 100 años

Héctor de Mauleón reseña cuál fue la semilla que concibió a EL GRÁFICO, hace 100 años

(Foto: Archivo El Gráfico)

Historias 01/02/2022 08:30 Héctor de Mauleón Actualizada 11:39
 

Cuesta mucho imaginar cómo era la ciudad de México en 1923, pero el 20 de julio de ese año los gritos de los vendedores de periódicos atrajeron a la gente a las esquinas y a las plazas principales. Estaba cayendo la tarde y era la hora del cine o del paseo en la Alameda.

Los voceadores corrían, exhibiendo ejemplares de El Universal Gráfico que aún escurrían tinta.

“En estos momentos se recibe en la capital una noticia tremenda que nos anticipamos, como siempre, a dar al público: el general Francisco Villa ha sido asesinado”.

Aunque la información era insuficiente, El Gráfico confirmaba plenamente la noticia. El Centauro del Norte había caído, según las versiones disponibles, asesinado por su propia escolta, o en medio de una emboscada.

La edición de aquella tarde voló. En aquella época, no había en México periódicos vespertinos: todos los intentos realizados para lanzar a la venta diarios de la tarde habían fracasado. El Universal Gráfico, sin embargo, acababa de surgir como un sueño delirante del ingeniero Félix F. Palavicini.

Periodista aliado a Francisco I. Madero, y más tarde a Venustiano Carranza, Palavicini había fundado El Universal el 1º de octubre de 1916. Muy pronto descubrió que el hambre de noticias en aquel México sacudido todavía por los horrores de la lucha revolucionaria, y por la zozobra desatada por la Primera Guerra Mundial, no alcanzaba a ser saciada por los diarios matutinos. 

Era necesario uno que a media tarde llevara a los lectores información fresca sobre cuestiones palpitantes y asuntos de última hora.

En el brindis de fin de año de 1921, Palavicini anunció el nacimiento del “hermano menor” de El Universal. Un periódico que pusiera énfasis en las imágenes, a fin de aprovechar el desarrollo que había alcanzado la fotografía; un periódico con la mayor cantidad de noticias en la menor cantidad de páginas posible. Un diario que permitiera al público estar informado sin perder demasiado tiempo.

Era la época de las luces de neón, de los autos, del jazz. Todo parecía ocurrir más rápido. El Gráfico era así: estaba marcado por la velocidad. Sus titulares y sus notas eran como relámpagos.

Palavicini había ensayado la fórmula cuando El Universal anunció en una edición vespertina, que se agotó en unas horas, el asesinato de Carranza.

Lanzaba ahora un periódico que era como un “¡Extra!”, dirigido sobre todo a sectores populares, y con abundancia de notas sobre toros, deportes, espectáculos. El primer número salió a la venta hace un siglo, el 1º de febrero de 1922, anunciando la ruptura de las relaciones diplomáticas entre México y Venezuela.

El campanazo lo consolidó como un diario indispensable, procede de aquel día en que fue el primero en informar: “A las dos y veinte minutos de la tarde ocurrió hoy, en el restaurante de la Bombilla, en San Ángel, una tremenda tragedia: el general Obregón, presidente electo de la República, resultó muerto como consecuencia de cinco balazos que le disparó por la espalda, a quemarropa, un individuo que se hizo pasar como dibujante…”.

En el tiempo que siguió, cientos de diarios nacieron y murieron. Un siglo más tarde, enfocado en esa extraña vertiente de fascinación que es la nota roja, El Gráfico sigue saliendo a las calles de lo que es ya otro país, otro México.

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