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César observó desde pequeño cómo su progenitor bebía y manejaba sin consecuencias aparentes, por eso esta conducta comenzó a normalizarse para él.
“Todo el tiempo estábamos tomando”, recuerda.
Con el paso de los años, su relación con el alcohol se intensificó llevándolo a cometer una serie de errores trágicos.
El Día de Acción de Gracias de 2016 marcó un punto de quiebre en su vida.
César llevaba cinco semanas de sobriedad, pero una discusión lo llevó de vuelta al alcohol. Fue a casa de su padre para “ahogar sus penas”.
Horas más tarde, decidió conducir de regreso a su hogar. Solo ocho minutos después, se estrelló contra otro vehículo causando la muerte del conductor, el señor Ramírez, y dejando gravemente herida a una pasajera.
En el hospital, César se enteró de que estaba siendo acusado de homicidio y lesiones graves.
“Ese día cambió mi vida para siempre”, reflexiona.
“Hoy sé que no solo maté a un hombre; maté a un padre, un esposo, un hijo”, reconoce.
El accidente tuvo repercusiones profundas en su vida familiar. Su esposa lo dejó tras intentar culparla por sus problemas; su hijo, incapaz de enfrentar la situación, cayó en una profunda depresión y, eventualmente, murió de sobredosis de fentanilo.
Su exesposa también perdió la vida por una sobredosis de medicamentos. Estos eventos dolorosos han sido lecciones difíciles para César, quien ahora entiende que el verdadero impacto de sus acciones ha trascendido por varias generaciones.
Hoy, se encuentra en prisión, enfrentando una sentencia que pueder ir de 19 años a cadena perpetua, con posible libertad condicional en 2030.
Ha trabajado arduamente en su rehabilitación y ha pasado por un proceso de introspección que lo llevó a convertirse en consejero de otros reclusos con problemas de alcohol y drogas.
Es miembro activo en programas de rehabilitación del CDCR (Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California), donde comparte su historia y ayuda a otros a reflexionar y asumir la responsabilidad de sus actos. “Lo hago por el señor Ramírez, mi víctima, para darle una voz”, dice.
También lo hace por su hijo y otros jóvenes, para evitar que caigan en el mismo camino y sufran las mismas consecuencias.
En el día de su juicio, César le pidió perdón a la esposa del señor Ramírez; la señora Silva se lo otorgó, algo que él llevará en su corazón para siempre.
César ahora ve la prevención como su propósito de vida y una forma de rendir homenaje a las vidas que se han perdido debido al abuso de sustancias.








