“Desde que lo vi se me hizo muy mamón porque me dijo: ‘te lo voy a dar porque te recomendó tu primo. Debes cuidar mucho la unidad, pero me debes dar fianza’.
“Imaginé que, así como estaba de roñoso, el coche estaba nuevo, pero ahí me llevé la primera decepción. Era un Chevy con las llantas casi lisas, con pasta en la salpicadera y la vestidura rota, lo cual cubría con unos tapetes.
“Mi cara de desilusión fue inmediata y me dijo: ‘si no te conviene, te regreso tu fianza y listo’. Pero la necesidad me hizo aceptar. Total, que a los dos días se ponchó una llanta y cuando le entregué la cuenta se la quise descontar, pero me mandó a la fregada. Luego se rompió la banda de distribución, el chicote del acelerador y el don no ponía nada.
“Regresé la carcacha y se tardó en devolverme mi fianza, así que, a mí, eso de ser taxista no me gustó nadita”.
Si deseas ver publicada tu historia, manda un correo a