“Sin embargo, apenas llevaba dos calles avanzadas y una pareja de jóvenes me abordó en el semáforo, porque, estúpidamente, no le había puesto seguro al coche.
“Me estaba haciendo del baño por el aspecto de ambos, tatuados y mal hablados. Así que, para que no me asaltaran, les mentí, les dije: ‘Chavos, qué bueno que se subieron, me siento tranquilo, porque me acaban de asaltar a dos calles y ya me quiero ir’.
“Ellos, lejos de mostrar sorpresa, se rieron y uno me dijo: ‘Aquí en la colonia es normal que pase esto a cada rato; ¿lo golpearon?’, preguntaron. Entonces, empecé a actuar. ‘Sí’, les dije, y luego le puse más sabor: ‘Me pegó en los brazos y me puso la pistola en la cabeza, luego me quitó la cartera, el celular, todo, hasta que se cansó de amenazarme y se fue corriendo’.
“Creo que los chavos se apiadaron de mí y se bajaron; ‘no te podemos quitar nada y no nos gusta robar coches’, dijeron, luego se fueron y seguí mi camino”, concluye.
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