“Una planta es como un niño; se tiene que cuidar, que tenga la dosis de agua adecuada, fertilizante, sombra, tierra, calor, que esté bien cuidada”, explica, y dice que aún siente esa emoción que vivía de pequeño cuando veía nacer las flores que cultivaba el abuelo y que hoy nacen mejor, gracias al invernadero que les ayuda a crear un ambiente parecido al de Cuernavaca, “la ciudad de la eterna primavera”.