Usé mi lengua para hacerla reventar

Usé mi lengua para hacerla reventar

(Foto: Archivo El Gráfico)

Sexo 14/10/2020 13:09 Helena Danae Actualizada 13:09
 

Hola, mis amores, feliz miércoles tengan todas y todos ustedes, estoy feliz de escribirles hoy porque recibí varios comentarios suyos en mis plataformas. 

La mayoría, diciéndome que si algo sucedía con mi exnovia, claro que querían leer mi relato. Hasta el día de hoy, sólo hemos platicado por mensaje, le dije que había escrito sobre ella y me comentó que le excitaba pensar cómo podrían imaginársela. 

Entonces, me recordó una anécdota de cuando fuimos pareja; ella vivía con varios roomies en el Centro, a veces ella iba a mi casa, a veces yo iba con ella. En una ocasión, yo llegué y estaban celebrando el ascenso de uno de los chicos. Me uní a la celebración y estuvimos tomando hasta el amanecer, eran las 7 y nosotras aún no teníamos sueño, pero los demás ya habían caído rendidos, por lo que ella y yo nos quedamos bebiendo.

Los demás estaban dormidos en la sala y entonces, me echó esa mirada retadora, yo sabía lo que quería. Caminamos hacia la cocina y la subí en la barra, le bajé el pantalón y los calzones, le dejé caer un poco de cerveza en la entrepierna y comencé a chupársela, mis lamidas eran tan profundas, que no dejé que cayera ni una gota al suelo, me la comí completa. 

Ella gemía y sus manos sujetaban fuerte la orilla de la barra. Empecé a meterle los dedos de mi mano izquierda y mi boca subió a besarla, mi mano derecha entró por mi pantalón para darme placer mientras disfrutaba dárselo a ella también, nos mordíamos los labios, mi dedo pulgar podía acariciar su clítoris, comencé a chupar su cuello y su oreja, mientras estaba aumentando la velocidad de mis movimientos, entonces levanté un poco más la mirada y vi que uno de los roomies estaba jalándosela en silencio, acostado en la alfombra de la sala, mientras nos veía y escuchaba nuestros gemidos; eso me excitó más, así que metí en ambas vaginas tres dedos y  estábamos a punto de explotar.

Pude sentir cómo ella empapó mis dedos de su placer y yo sólo pude doblar un poco las rodillas, para terminar en mi pantalón. Ella escuchó los ruidos que hacía él, por más que trataba de contenerse, parecía que estaba a punto de eyacular, así que se hicieron más notorios. 

Volteamos y lo vimos terminar, vimos cómo llenó su playera de su propia leche y sólo pudimos sonreírnos entre nosotras, cuando él se dio cuenta de que lo habíamos visto, corrió al baño apenado. Caminamos hasta la puerta y le dijimos que estaba bien y que esperábamos que hubiera disfrutado del espectáculo tanto como nosotras. 

En verdad, hay un montón de anécdotas que, si ustedes quieren, podría contarles.

¡Les mando mi amor!

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