Empiernados

Sexo 16/01/2019 05:18 Helena Danae Actualizada 14:05
 

Hola, mis amores, bonito miércoles de invierno, día como para estar empiernados; ya respondí todos sus correos y espero hacerlos felices como ustedes me hacen a mí. Les mando mucho amor y hoy los deteito con mi relato erótico.

En los días de lluvia, además de ponernos cachondos, podemos llegar a sentirnos melancólicos y recordar a nuestros ex, invitar a salir a un viejo amigo, ir a un café, de esos que tienen cortinas de plástico que no dejan que te mojes, pero escuchas la lluvia y además puedes verla, sentir el clima.

Eso hice con mi pareja este fin de semana. Fuimos a un café, yo llevaba un leggin afelpado gris y una gabardina violeta, con botas altas, entramos y decidimos que la mejor opción era sentarnos en la terraza, pues había calentadores, uno justo al lado de la mesa que nos iban a asignar, estuvimos por un rato, tomando té y café, recordando que este clima nos excita. A mí me prende por los recuerdos de cuando estaba más chica y mi vida sexual empezaba, en esa época solía irme mucho de fiesta con mi novio y cogíamos donde pudiéramos, pues no teníamos dinero para un motel, pero eso ya se los platicaré en otra columna. 

El sábado era perfecto, mientras platicábamos dejé caer mi cuerpo hacía atrás en el respaldo de la silla y tomé mi té, miré fijamente los ojos de mi novio y le di una sonrisa pícara, entonces decidimos irnos.

Saliendo del café, antes de subir al coche me lancé a sus brazos y lo besé, metí la  lengua en su boca y pasé mi mano por su cabello, lo tomé con ambas palmas de los cachetes y volví a besarlo, mientras con mi rodilla invadía la zona entre sus piernas, la subía y bajaba para poder llegar a rozar su amiguito. Lo abracé y subí rápidamente al carro, ya quería llegar a la casa. De camino, en el coche, estaba recargada en su hombro, mientras él manejaba y comencé a acariciarle el pecho con la mano, fui bajando poco a poco, hasta llegar a su entrepierna, ya estaba duro, sonreí y empecé a estimularlo, dándole pequeños apretones con la mano justo en la punta. 

Por fin llegamos a la casa, abrió la puerta y entré corriendo, una vez cerrada la puerta volví a abrazarlo y a besarlo, además seguía restregándole mi cuerpo contra el suyo, empecé a abrirme la gabardina, pero hacía demasiado frío, así que decidí dejarla en su lugar, pero metí la mano debajo de sus pantalones y así comencé a jalárselo, primero lento y luego rápido, quería que estuviera bien preparado y duro para mi deleite. 

Él empezó a besar mi cuello y yo me apretaba las tetas, tanto como me dejaba la ropa que traía puesta, ya estaba demasiado encendida, así que solo me bajé los leggins y me los dejé a las rodillas, giré y me empiné para él. No tardó más de cinco segundos en ya tener el miembro de fuera y empezar a rozármelo por el trasero, pude darme cuenta que estaba escurriendo por el deseo, las ganas de ya tenerlo dentro. 

Movía mis nalgas hacia él y lo empujaba, pidiéndole que ya estuviera dentro mío, cuando por fin lo hizo, cuando me lo metió, yo feliz empecé a darme solita, a moverme para entrar y salir casi hasta la puntita. Empecé a gozar y sentir escalofrío en todo el cuerpo, y así tuve un orgasmo que me dejó paralizada,  con la cara contra la puerta y las manos recargadas, cerré los ojos y él me tomó por la cadera para darme más fuerte y así poder terminar él. Fue excitante con el ruido de la lluvia... 

Sigo leyéndolos en mi correo [email protected] y aquí en mi columna la próxima semana.

¡Los adoro!

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