Ernesto Antonio Puente

Se cumplen dos décadas sin el percusionista Tito Puente, el 'Rey del Timbal'

Se creaba, de esta manera, una gran puerta para el siguiente paso en la música latina: esa mezcla de mezclas llamada ‘salsa’

Se cumplen dos décadas sin el percusionista Tito Puente, el 'Rey del Timbal'

(Foto: Archivo El Gráfico)

Espectáculos 31/05/2020 17:31 Redacción Actualizada 17:31
 

En la pequeña escena aparece Tito Puente recibiendo a la cámara dentro de su restaurante en City Island. Es amable, luce contento. Describe algunas fotos familiares esparcidas por el lugar, pero se concentra en el mural que acapara las miradas en su establecimiento. A partir de ahí, el legendario percusionista estadounidense de padres puertorriqueños, nacido el 20 de abril de 1923, menciona a cada uno de los músicos que aparecen en la pintura.

Ese mural es su tributo a sus mentores, explica. Y los nombra: “Dizzy Gillespie (‘El rey del latin jazz’), Mario Bauzá, (Frank Grillo) ‘Machito’, Cal Tjader, Charlie Palmieri, Miles Davis, Mongo Santamaría, Israel López ‘Cachao’, ‘Patato’ Valdés y Chano Pozo. Con ellos me crié”, afirma Puente.

El cineasta español Fernando Trueba incluye esta escena en su documental ‘Calle 54’, filmado en 2003 y que rinde homenaje al latin jazz y a algunos de sus pilares: Paquito D’ Rivera, Jerry González, Michel Camilo, Chico O’Farrill, Bebo y Chucho Valdés, Chano Domínguez y Gato Barbieri. En el cierre de la parte del filme que le corresponde a Tito Puente, Trueba elige un número genial en vivo, ‘New Arrival’, en el que el famoso músico, con su siempre asombrosa prestidigitación frente al timbal, comparte set con dos verdaderos virtuosos: Giovanni Hidalgo en las congas y Dave Valentin en la flauta transversa. Una descarga. Un lujo musical electrizante.

Los gloriosos 50

Llama la atención que Tito Puente no mencione a Gene Krupa (1909-1973), considerado el primer baterista solista de la historia. Cuando Krupa protagonizaba las legendarias sesiones de big band dentro de la orquesta de Benny Goodman, Puente, de 11 años, soñaba ser como él, alcanzar ese virtuosismo.

Ya instalado en los años 40, con el apogeo del jazz y las big bands, el joven Tito Puente había regresado de la Marina estadounidense tras prestar sus servicios en la Segunda Guerra Mundial. Gracias a su talento, en 1945 ingresó a la prestigiada Juilliard School of Music al tiempo que seguía tocando percusiones para las orquestas de ‘Machito’ y José Curbelo. Dos años después, al frente de The Picadilly Boys, banda de jazz latino que él formó, se lanza al ruedo de los grandes salones de baile mientras mantiene algunas colaboraciones con Dizzy Gillespie, Lionel Hampton, Count Basie y Duke Ellington, entre otras celebridades. Antes de cumplir 30 años era conocido por su talento y liderazgo musical.

Entonces llegaron los años 50, cuando comenzó a explorar los sonidos cubanos. Primero fue el son, el mambo y el chachachá, hasta que todo quedó fundido en una sola expresión ya vinculada para siempre con el timbalero: el jazz afrocubano y su mayor centro de difusión, el club neoyorquino Palladium.

En ‘El libro de la salsa’, César Miguel Rondón dice al respecto: “Tan pronto el Palladium se convirtió en euforia, el ambiente comenzó a exigir orquestas que pudieran equiparar el sonido y la calidad de los Afrocubans de ‘Machito’. Al poco tiempo, los Picadilly se convirtieron en la Orquesta de Tito Puente, una agrupación de sobrada importancia. En plena década de los 50, Puente fue bautizado como ‘El Rey del Timbal’”. 

Pero llegaron los agitados años 60 y el mundo musical estaba por sufrir una metamorfosis. Ese cambio radical estuvo conducido por el popular rock&roll, frente al cual los ritmos latinos parecían palidecer.

En el epílogo de su libro ‘Los rostros de la salsa’, Leonardo Padura dice que uno de los factores de ese declive es la consolidación de la Revolución Cubana, que cerró fronteras en muchos sentidos, entre ellos, las grabaciones y salidas de sus músicos, que habían ganado gran reconocimiento en los 30 años anteriores. Así, ya entrados los 60, los grandes clubes en NY comenzaron a cerrar y las fastuosas orquestas entraron en fase agónica.

Sin embargo, explica Padura, “en Nueva York no se deja de hacer música. Con formatos más reducidos, sin el júbilo de antes, sin grandes escenarios –el Palladium cerró en 1964–, los músicos cubanos radicados allá continúan realizando un silencioso trabajo, siempre al borde del olvido, al tiempo que el éxodo desde todo el Caribe hacia la gran ciudad alcanza sus mayores proporciones”. 

Se creaba, de esta manera, una gran puerta para el siguiente paso en la música latina: esa mezcla de mezclas llamada ‘salsa’.

Tito Puente se sumó a ese movimiento

Para entonces ya había amasado una complicidad plena con el pianista Charlie Palmieri. Y así transitó hacia los 70, década en la que mantuvo un pie en el jazz latino —participando en grandes festivales de América y Europa— y el otro en la salsa, justo en el momento en que estalló definitivamente la influencia del sello discográfico Fania, que concentró a los mejores artistas latinos de la época. Ya Tito Puente había encontrado en Celia Cruz y en La Lupe a sus mejores voces femeninas. Pero esa era dorada de los 60 y 70 feneció en los 80, cuando tuvo tan escasa producción, que se temía su retiro.

El legado

Es complicado retratar en un solo texto la carrera de un músico tan prolífico y popular como Tito Puente, pero sí puede resumirse, por ejemplo, en su producción discográfica, que fue amplia y de altísima calidad. Grabó casi 200 discos durante cinco décadas, entre producciones propias y colaboraciones con otros músicos.

No obstante su largo andamiaje artístico, quizá la aportación más audaz de Tito Puente no fue la composición del mambo ‘¡Oye, cómo va!’ (1963), popularizado siete años después por Carlos Santana; tampoco su aparición en las series televisivas ‘Plaza Sésamo’ o ‘Los Simpson’ (en el capítulo ‘Who Shot Mr. Burns?’), sino acaso su participación central en el espléndido Latin Percussion Jazz Ensemble (LPJE), ideado por la firma de instrumentos de percusión LP, que convocó entre 1979 y 1982 a algunos virtuosos neoyorquinos.

Ese grupo de estrellas estaba conformado por Steve Berríos (batería), Sal Cuevas (bajo), René López (trompeta), Eddy Martínez (piano), Jorge Dalto (piano), Johnny Rodríguez (percusiones), ‘Patato’ Valdés (percusiones) y, desde luego, el maestro timbalero Tito Puente. De esa formación salieron dos discos considerados canónicos en el latin jazz: ‘Just Like Magic’ y, sobre todo, ‘Live At The Montreux Jazz Festival 1980’, pura magia en vivo, magia que se apagó el 31 de mayo del año 2000, cuando un infarto agudo al miocardio se llevó de este mundo a Tito Puente.

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