Poetas de banqueta

11/06/2014 03:00 Mario Mejía Actualizada 02:41
 
Mi primer contacto con un piropo fue a los 14 años y no lo dije yo, lo soltó  un amigo al que todos conocíamos en el barrio de la Guerrero como el Titos Band.
 
“Te lo mamo hasta que te prives, mamacita”, escuché que le decía a una chica que pasó a nuestro lado, entallada en sus jeans Jordache y blusa roja con hombreras. 
 
 Como era de esperarse, la chava se achicó y se alejó de inmediato, mientras mi cuate, quien era muy parecido a Alfonso Zayas, se carcajeaba.
 
Me sentí muy incómodo y le sugerí que no se pasara y de botepronto me respondió: 
 
“No hay pex, ellas se visten llamativas para que uno las piropeé”. 
 
Corrían los años 80, época en que los sonideros llenaban las calles con  volantes diseñados en cartón o corcho, mientras que en los puestos de periódicos se conseguían historietas como Así soy, ¿y qué?, Sensacional de Albañiles y La Abuelita Dinamita.
 
 Nunca me animé a decir un piropo en la calle, dada la experiencia vivida con el Titos Band, quizá mi mayor atrevimiento se dio un día en Iztacalco cuando le dije a una chica: 
 
“Permíteme presentarme, soy el hombre de tus sueños que, por falta de imaginación, no has tenido”. 
 
Ella se sonrojó y me regaló una sonrisa de inmediato, pues nos conocíamosde vista y nos gustábamos. 
 
 En lo personal, pienso que para cualquier chica es ofensivo el hecho de que un perfecto extraño se le acerque para alcanzar su oreja, ¿será por eso que la mayoría de ellas usan audífonos?
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