Las esquinas son el fin y comienzo de una cuadra y, en casi todos los casos, punto de reunión de peatones para cruzar de un lado a otro.
En otras circunstancias también son referencia para una ubicación; cuántas veces no hemos escuchado instrucciones como “Al llegar a la esquina, doble a la derecha”, o casos como “En la siguiente esquina está la parada del camión”.
Si vamos más lejos, también son el lugar de trabajo de sexoservidoras, limpiaparabrisas, voceadores, payasitos, puestos de dulces, de periódicos y demás fauna urbana que busca ganarse el pan diario bajo el resguardo del codo de las calles.
Que dos líneas se encuentren en un ángulo no es cosa del diablo, es un asunto del diseño urbano al servicio de las máquinas que transitan por el arroyo vehicular.
También son el albergue de encuestadores, de esos que te piden datos personales y te hacen preguntas sin que te den un peso por soltar tu información, lo que es un acto contradictorio, pues ellos cobran la información a la empresa que la solicitó.
En las esquinas también te puedes enamorar a primera vista... y al llegar a la otra, morir de amor.
Vaya, que si seguimos con la lista de todo lo que confluye en las esquinas de nuestra ciudad, podríamos reconocer que estos espacios son un microcosmos que habitamos diariamente con el solo hecho de caminar sobre ellas; por cierto, ya es tiempo de hacer lo propio... ¡esquina bajan, chofeeeer!