SIN CLÓSET: “Buenos deseos de Año Nuevo”

08/01/2016 06:00 Raúl Piña Actualizada 14:05
 

Generalmente no hago propósitos de Año Nuevo, porque sólo han pasado algunos minutos después de las 12 que anuncia la llegada del año y ya he roto más de cuatro, de los que según yo respetaría y me cortaría un huevo si llegase a romper la promesa.

Después de las uvas y las campanadas: ya he tragado como un loco, ando pedo, fumando y besando a gente que ni conozco. Elimino entonces de la lista esos “propósitos” que ya valieron hasta ese momento y reflexiono en lo mucho que trato de engañarme cuando, según yo, me propongo cambiar de la noche a la mañana con hábitos, mañas, costumbres y estilos de vida que no se borran de un momento para el otro.

La gente gay, como todos, se ilusiona en pensar que el año que entra traerá cambios y motivaciones nuevas para hacernos sentir mejor y más positivos.

Aquí, una breve descripción de lo que todos anotamos en nuestra lista de amor, paz y buena voluntad:

Bajar de peso: Sin duda el más recurrente y el menos respetado de todos. Incluye inscripción al gym, cambio de hábitos alimenticios, yoga, trotar, comida orgánica y demás mentiras que se borran cuando llegamos al recalentado de la tía Licha y nos vemos de reojo en el espejo y nos queremos morir cuando el reflejo nos grita que nuestra talla es… ¡continuará creciendo! 

Dejar de fumar: Viene implícito en el anterior, porque si vamos a ir al gimnasio o a correr al bosque de Tlalpan o a los Viveros de Coyoacán, pues el cigarrito no entra en el plan de ninguna manera. En la primera semana de vuelta al trabajo o a la escuela, al primer síntoma de estrés, de nervios o de ansiedad, lo inevitable es correr a la calle, comprar uno de esos que venden sueltos, y aventar bocanadas de humo como si fueran 30 orgasmos reprimidos. ¡Ahhhh, qué delicia!

Al día siguiente ya ni compramos sueltos, la cajetilla de una vez, total ya no cumplí el propósito de dejar el tabaco.

Dejar de tomar: Este sí es, quizá, el más difícil. Se jura frente a la Virgencita de la patita mocha, por los hijos, por los clavos de una puerta vieja, por la sangre de Cristo, por los antepasados, por mi presente, pasado y futuro y por lo que venga y …¡¡¡zaz!!! ¡¡¡Nada!!! La misma tía Licha sirve las cubas y chelas en el recalentado y entre bacalao y romeritos, se empujan más de cinco quiebres de alcohol y adiós promesa. La cruda es aún peor porque con ello vienen los remordimientos y el empuje de más chelas para hallar consuelo.

Hay muchos más, obviamente, pero son tal vez los más significativos en cuanto a querer enmendar lo que no se hizo 365 días atrás.

Hay quienes prometen no volverse a enamorar, no meterse en chismes o líos, no pedir prestado ni pedir créditos, no prestar, no mentir, no llegar tarde, pasar más tiempo con sus hijos, con la pareja, con los viejos, redecorar la casa, viajar más, trabajar menos y disfrutar, ser más amables con los vecinos, no irritarse, no mentar madres, coger con condón, tomarse la pastilla, gastar menos en ropa y más en libros, etc.

Todo esto suena perfecto y está lleno de buenas intenciones, el problema es que queremos hacerlo todo de un ‘chingadazo’ y ni siquiera nos tomamos el tiempo en meditar realmente si estamos listos para toda esta cadena de cambios que sólo aparecen en nuestras consideraciones, mientras estamos atragantándonos con las 12 uvas.

Yo, por lo pronto, sólo quiero ser feliz y vivir en paz con el resto del planeta. Lo demás ya llegará sin prisas. Les deseo un muy feliz 2016 y les agradezco la lealtad a esta columna que está escrita pensando en ustedes.

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