Juan Gabriel es de todos

02/09/2016 05:00 Raúl Piña Actualizada 05:02
 

Juan Gabriel no era gay. Nunca lo fue. Nunca lo dijo.  Lo más cercano a confesar su preferencia sexual fue en la entrevista con el periodista Fernando del Rincón cuando le dijo: "Lo que se ve, no se pregunta". Pero nunca dijo que sí. Tampoco dijo que no.

Juanga no tenía sexo, género, posición social o afiliación política para nadie. Era el artista, el hombre, el cantante, el entretenedor, el bailador, el goce, el desmadre, el alarde, la arrogancia, la elegancia, la vulgaridad, la elocuencia, el sentir, la pasión, el dolor, el amor, el llanto, lágrimas y lluvia, muerte de palomos y queridas apapachadas en esta primavera.

Juan Gabriel era un unicornio, un Peter Pan, un soliloquio de mil voces.  Era el compañero ideal para esas noches de parranda interminables. Con mariachi, con orquesta, con banda, con lo que fuera. Siempre dispuesto a acompañarnos. Juanga nunca nos dejó solos.

Alberto Aguilera Valadez nos contó su historia. Juan Gabriel nos abrió su corazón. En un país de machos, donde la homofobia es palpable, donde se discrimina a los homosexuales, se les castiga, se les golpea, se les mata; Juan Gabriel, desde su imperio, se pasó por el arco del triunfo a los homofóbicos. Los hizo levantarse de sus asientos, los hizo llorar con él, los hizo que lo respetaran, los hizo suyos.  Se las dejó ir y ni se dieron cuenta. O hicieron que no se dieron cuenta.

Los más machos corearon sus canciones, lo alabaron, pagaron por verlo, quisieron abrazarlo, besarlo y adorarlo. Ironías de la vida.

Hace un par de semanas, la gente que hoy llora al Divo de Juárez marchaba al lado de Norberto Rivera en contra de los matrimonios de personas del mismo sexo.  El domingo 28 de agosto, entre copa y copa, lloraban a Juan Gabriel. 

El colectivo LGBT del que Juan Gabriel nunca formó parte y del que nunca hizo referencia a su vida personal, hoy se cuelga el milagrito del hombre gay que superó las adversidades y que pese a su condición evidentemente homosexual, no se dejó vencer y llegó al pináculo de la fama y de la gloria. Esa misma comunidad gay —no toda— que por muchos años se sintió olvidada por el artista y del mismo modo lo ignoró, hoy alza el estandarte con la imagen del hombre de Parácuaro. Juanga nunca marchó con el Colectivo Gay ni defendió los derechos de nadie más que los propios.  Nunca hizo donaciones —que yo sepa— al movimiento o se acercó a ningún evento.

Habrá partidos políticos que se quieran parar el cuello e inventarse homenajes en palacios inaccesibles, en parques, zócalos  y plazas. 

Cantantes que aprovecharán el concierto masivo en algún estadio del país y que aún sin nunca haber conocido al cantante, dirán que fue su amigo y que le había prometido un disco. 

 La frase recurrente será: "Dios te bendiga Juan Gabriel, donde quiera que estés". Limpiadita de lágrima y a cantar. 

Alberto Aguilera Valadez, Adán Luna, Juan Gabriel, Juanga, nunca le pertenció a nada ni a nadie.  Era de todos. Era de la vida, de la luz, de la esencia, de los arcoíris y de los girasoles y de los verdes, de los montes, de lagunas, valles y nubes de colores.

Juan Gabriel es el espíritu y la trascendencia pura. A los mexicanos que aman su música, se les ha muerto un ‘familiar’. Porque eso era para todos.  Uno más en nuestras vidas, en nuestras historias, en nuestras soledades y en nuestros momentos más felices. Juan Gabriel no era gay, era libre. ‘Como quisiera que tus ojitos jamás se hubieran cerrado nunca...’.

 

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