Sin miedo al fracaso

Vida 28/11/2017 05:18 Víctor Jiménez Actualizada 05:26
 

Los riesgos forman parte de la vida. Constantemente nos arriesgamos a que las cosas salgan bien o mal. Si tomas una nueva ruta al trabajo o a casa, ésta podría resultar mejor o peor que tu camino habitual. La decisión de comenzar una nueva relación de pareja te puede llevar a un romance para toda la vida o terminar tan rápido como comenzó. La vida es riesgo. Y el fracaso también forma parte de la vida. Dicen que “el que no arriesga no gana”.

Este mensaje nos invita a hacer eso que deseamos probar aun sabiendo que puede salirnos mal, que podemos salir raspados en el intento, que podemos fracasar.

El fracaso está satanizado. Tendemos a ver al fracaso como algo inútil, indeseable y de lo que hay que huir a toda costa. Pero fracasar en nuestros intentos tiene un valor y un sentido. Sólo piensa en que las miles de equivocaciones cometidas en tu vida te han llevado a descubrir cuál es la mejor forma de hacer algunas cosas. En el fracaso está la posibilidad de aprender. Con dificultad vemos esto porque, socialmente, estamos educados para poner los ojos y todos los sentidos sólo en la meta. Y al hacerlo, nos olvidamos del proceso que nos lleva hasta allí.

Basta con leer las biografías de algunas personas reconocidas y exitosas para descubrir que su camino al éxito y la satisfacción no ha sido un hermoso y tranquilo paseo por el campo.

Como a nosotros, a ellos también se les presentaron dificultades y obstáculos que sortear, montañas que escalar, mal tiempo que soportar, dudas que enfrentar.

Fracasos: los grandes maestros. Hay que voltear a ver los intentos fallidos, los esfuerzos aparentemente inútiles que no llegan a nada. Estos también tienen mucho que enseñarnos, si estamos abiertos a aprender.

Las cosas no siempre resultan como nos gustaría. La naturaleza nos da un claro ejemplo en las semillas que nunca germinan, en los huevos de los pajarillos que nunca verán la luz, en la nube que nunca llega a descargar su lluvia.

¿Cuántas veces te caíste antes de aprender a caminar? Estas caídas son valiosas, pues fueron parte de tu aprendizaje. ¿Cuántas personas han intentado llevar una vida de pareja  satisfactoria y no lo han logrado? Si tú lo has conseguido, piensa en las caídas que has afrontado para mantenerte en pie. Sí, todos esos planes frustrados son necesarios.

Aprender por ensayo y error.  Es necesario experimentar y detenernos a analizar los resultados y las causas de éstos. Sin este análisis de qué funcionó bien y qué mal, de qué otras alternativas tenemos para el futuro, difícilmente se da el aprendizaje. Podemos considerar los intentos fallidos como parte de nuestro entrenamiento para la vida. Si nos acercamos a un nuevo proyecto con esto en mente, seguramente nos dará menos temor arriesgarnos.

El riesgo y el fracaso son partes importantes de la vida. Y el fracaso es algo que debemos vivir en carne propia. 

También podemos aprender del fracaso o éxito ajeno. Pero el aprendizaje que surge de arriesgarnos y fallar/acertar, es mucho más significativo y durable que el conseguido del éxito o fracaso ajeno.

Tropezarnos y caer no está mal. A veces caer es la única manera de mirar el suelo que con facilidad perdemos de vista. “Fue necesaria la oscuridad para valorar la luz. Y el llanto para descubrir la risa. Y la sequía para agradecer al cielo la lluvia. Y la soledad para disfrutar la presencia de un amigo” (Matilde de Torres). Y yo agregaría: también es necesario el fracaso para apreciar los éxitos por pequeños que estos sean. El fracaso nos “obliga” a ver las cosas desde una nueva perspectiva, a echar mano de nuestros recursos y herramientas más preciadas. Nos permite descubrir la fuerza y capacidad para levantarnos 101 veces si experimentamos 100 caídas.

 

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