Sin gritos es mejor

Vida 21/11/2017 05:18 Víctor Jiménez Actualizada 05:28
 

Todos los padres y todas las madres, en algún momento, se enojan con sus hijos. Si eres papá o mamá conoces las escenas y el coraje que despiertan: la niña perdió un zapato, el niño te avisa que necesita un nuevo cuaderno cinco minutos antes de salir para la escuela, el más grande está molestando al más pequeño. Entonces explotas y les gritas. La acumulación de pequeñas tensiones, los malos hábitos de comunicación y la impaciencia te hacen estallar como un volcán.

Ponte en sus zapatos. ¿Cómo te sientes cuando tu esposo o esposa pierde los estribos y te grita? Seguramente has experimentado la desagradable sensación de ser agredido. A lo mejor no eres consciente de esto, pero contraes el estómago, retienes la respiración, tensas algunas partes del cuerpo (los brazos, por ejemplo), lo sientes como un golpe de energía negativa.

Ahora imagina que tu esposo o esposa es tres veces más grande que tú. Sí, tan grande como Hulk. Y está muy por encima de ti, muy enojado. Así es como te ven los niños, tres veces más grande que ellos, sobre todo cuando la ira se apodera de ti.

Los gritos activan el sistema de amenaza. Tus hijos dependen de ti por completo para alimentarse, tener un techo donde vivir y sentirse protegidos. Tú eres el proveedor de estas necesidades básicas. El niño sabe que si tú no le proporcionas comida, abrigo y protección, queda totalmente desvalido. Tú lo orientas acerca de los peligros del mundo, contigo se siente en confianza, seguro y amado. Sin ti no tiene a quien más recurrir.

Imagina cómo te sentirías en una situación como la del niño: enfrentando la furia de alguien tres veces más grande que tú, sintiéndote amenazado con perder cuestiones básicas para tu supervivencia, con temor a perder a quien te da abrigo, seguridad y protección. Lo que tú sientes cuando tu pareja te grita, multiplícalo por 1000. Así se siente un niño o una niña cuando le gritas.

Los efectos de tus gritos sobe los pequeños:  Los gritos dentro de la familia hacen a los niños más agresivos, física y verbalmente. El impacto de los gritos en los niños puede ser tan fuerte como los golpes.

 Los niños a quienes sus padres les gritan de manera agresiva o los insultan con frecuencia (por lo menos dos veces al mes) son más proclives a sufrir de ansiedad, depresión, baja autoestima y agresión. 

 Cuando los niños se sienten amenazados por tus gritos, se activa en su cerebro el sistema límbico, encargado de la respuesta de lucha o huida. Entonces, se defienden, salen corriendo o se paralizan. Actúan, no escuchan para tratar de entender tu mensaje y cambiar su conducta. Los gritos no hacen que te escuchen.

 Los niños pequeños (entre uno y dos años) no son capaces de distinguir entre los gritos para imponer disciplina y la expresión de odio. Para ellos, tus gritos pueden significar que los odias.

El enojo acumulado, a partir de pequeñas molestias, y el estrés te hacen levantar la voz. Pero, tú lo sabes bien, gritar no resuelve la situación. Es posible que la niña se quede callada, pues siente tu fuerza, y que obedezca por un tiempo. Pero difícilmente corregirá a o cambiará su comportamiento o sus actitudes. Los gritos le enseñan a tenerte miedo en lugar de comprender las consecuencias de sus acciones.

Los niños aprenden de sus padres. Si asocian el enojo y la agresión con los gritos, llegará el momento en que los consideren normales y los reproduzcan en otros contextos como la escuela o que se porten abusivos o “gritones” con otros niños, sobre todo si son más pequeños que ellos. Así se perpetúa la cadena de abusos y agresiones.

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