L a frustración surge cuando nos encontramos con un obstáculo que nos impide alcanzar una meta o satisfacer un deseo, por ejemplo, terminar un trabajo importante. Si en esta situación alguien nos interrumpe constantemente, nos sentimos frustrados. La frustración es una de las principales causas de estrés. Y hay tantas cosas frustrantes: una máquina o aparato descompuesto, la lluvia, el incómodo transporte público, el tráfico, las calificaciones de los hijos, un esposo resistente a cooperar, un jefe voluntarioso.
Las pequeñas frustraciones se acumulan a lo largo del día. Cada uno tiene su forma de reaccionar a la tensión acumulada. Algunos se retraen y aislan; otros, incapaces de lidiar con la tensión, tienen explosiones de furia; otros más se rinden a la decepción.
Identificar nuestra respuesta a situaciones frustrantes forma parte del autoconocimiento y ayuda a afectar lo menos posible a los demás y a uno mismo cuando hay tensión.
Darnos cuenta de nuestras reacciones nos da la oportunidad de tomar mejores decisiones. La baja tolerancia a la frustración puede originar mucho enojo, del que somos conscientes o no. La percepción de que no se está en control puede llevar a más enojo y violencia.
Se retrae
Encerrarse en su propio mundo.Cuando la persona se siente incapaz de hacer frente a una situación estresante o ha pasado por un periodo largo de tensión, se retira a su propio mundo, el de su pensamiento. Se retrae al mundo mental en lugar de enfocarse, decidir y actuar. Una persona así en el trabajo, consideraría hasta renunciar.
Escápese quien pueda
Sacarle la vuelta a las cosas.Bajo el estrés provocado por la frustración, la persona le saca la vuelta a la solución, se cierra a las posibilidades, es incapaz de reconocer sus habilidades y capacidades. Se pone en estado de pereza física y mental. También se concentra en actividades sin importancia. Esto la lleva a evitar la búsqueda de soluciones y, por lo tanto, a alimentar la frustración.
Furiosos al ataque
Portarse agresivo. Ante la frustración, la persona trata de ser más dura, más agresiva e intenta controlar su entorno. ¿Cómo lo hace? Amenaza, impone su voluntad y presiona para que otros hagan lo que ella quiere y como lo quiere. Grita para apresurar las cosas. Se convierte en una perseguidora que intenta hacer sentir culpables a los demás. En el trabajo, responsabiliza de su frustración a su jefe o compañeros. Los demás la pueden percibir como hastiada e incluso amargada.