La hora final de 'Sopapita' Merlo

La roja 27/10/2016 10:55 Redacción Actualizada 10:55
 

Por Javier Sinay 

En el barrio todos conocían a Néstor Merlo, pero la Argentina se enteró de que le decían “Sopapita” recién el día en que murió, el 10 de mayo de 1996. Lo mató una de sus víctimas, un migrante llegado de Bolivia que tenía un local al que él había entrado a robar. Cuando amenazó a la nena de 12 años, Pedro Ruiz, “El Boliviano”, se volvió loco y le destrozó la cabeza a mazazos. A él y a Fanny Silva, su chica.

Le decían ‘Sopapita’ porque era cabezón, flaco y no paraba de beber alcohol. Su carrera delictiva señala que a los 21 años ya era el líder de la banda de los Paraguayos del barrio bravo El Mercado. El lugar estaba muy cerca del tianguis de frutas y verduras de Caseros, de la zona de Fuerte Apache y de otro barrio bajo, el Carlos Gardel. Los tres puntos formaban una zona de guerra en el Gran Buenos Aires. Ahí, en el Triángulo de las Bermudas, se movía Sopapita.

A los 14 años había comenzado a delinquir, según informaron los medios al día siguiente de su muerte. En esos siete años de su vida fuera de la ley tuvo una guarida segura en El Mercado. A fuerza de violencia y acción, el joven ladrón había cultivado un currículo que sus colegas respetaban: Había matado a dos sargentos de la policía de Buenos Aires y se había animado a ametrallar el frente de una comisaría. En sus últimos 20 días estaba como descontrolado: había asesinado a un tipo (un presunto enemigo del barrio Carlos Gardel) y había herido a otros cinco.

Ese 10 de mayo de 1996, Sopapita y Fanny se metieron en la madrugada en la casa del boliviano, tal vez creyendo que había cocaína. El tipo no amedrentó. No le importaba que estuvieran armados. Enardecido, los sorprendió cuando ya escapaban y acabó con ellos usando una mazo de dos kilos. Fue también, un poco, su propia muerte: se tuvo que ir del barrio muy rápido. Lo más rápido posible. Y custodiado por la policía, que se encargó de la mudanza de los muebles.

A pocas horas de la muerte de Sopapita, la Banda de los Paraguayos había baleado el frente de la casa.

La Banda volvió a demostrar su poder al día siguiente, a eso de la una y media, tirando al aire delante de la policía y de los periodistas, mientras el cortejo fúnebre de Sopapita se dirigía al cementerio. Ahí mismo había sido enterrada un rato antes Fanny. Ella tenía 29 años y dejaba un hijo de 10. Su madre le contaría al diario Clarín que ella no era ladrona, ni tampoco la novia de Sopapita y que, incluso, le tenía miedo. Lo que sea, ya había sido. Ahora, una centena de personas acompañaba el féretro de Sopapita, que llevaba un porro de marihuana encendido, como homenaje.

Para Juana Olmos, al dolor por la muerte de Fanny Silva le sobrevino la angustia de no saber las verdaderas causas de su crimen. Nunca le cerró la versión oficial. 

En las calles de El Mercado algunos aseguraban que los dos fueron muertos por fuerzas de seguridad por cuestiones de distribución de droga, y que el boliviano Pedro Ruiz se hizo cargo de ambos crímenes por algún acuerdo espurio no revelado. Juana Olmos nunca tuvo dinero suficiente como para pagar un abogado que investigara esa pista. En su casa había otras urgencias que resolver. Como comer. 

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