Cuando jueguen a fingir que te olvidan

Al día 15/06/2017 08:00 Roberto G. Castañeda Actualizada 08:00
 

En tiempos  turbios tengo los peores sueños. En mi pesadilla resultaba electo otro esbirro del presidente, así que a este país y a ese estado se lo seguirá llevando el carajo. Yo no podía creer que la gente se hubiera dejado comprar una vez más a cambio de bisuterías.  Maldita sea, lamentaba yo cuando sonó el celular y me sacó del terrible sueño. Carajo, es lo malo de cenar tacos con El Paisa a las 11 de la noche. La llamada era de Paola, que sonaba bastante mal: “Hola, yo sé que no son horas de llamarte, pero estoy desesperada. No dejes que haga una tontería, por favor”. Le sugerí que se calmara y pregunté que si necesitaba algo. "Sólo quiero hablar con alguien, ven por favor", respondió. Me vestí, pedí un taxi y llegué al departamento de mi ex vieja. Ella lucía como si estuviera esperando a los loqueros le tomaran medidas para su nueva camisa con mangas de doble vuelta. En cuanto me abrió la puerta se lanzó en busca de un abrazo.  “Gracias por venir, estoy que me lleva la chingada”, me hizo pasar y me ofreció un café “o lo que quieras tomar”. Me senté a escuchar sus penas. “Ay, vas a decir que soy una estúpida”, empezó con justificaciones. Lo eres, le sugerí con la mirada. Ella me había llamado porque necesitaba desahogarse, no para que le dijera que el mundo aún tiene remedio. “Bueno, sí, a veces soy una estúpida”, se resignó. Ya de por sí el rimel corrido le daba un aire dramático. “Leo ya me dejó”, una lágrima se descolgó por su mejilla. “¿En serio? Es la cuarta o quinta vez que te deja en este año. Y sospecho que faltan varios capítulos en este drama”, me guardé la cortesía. “Esta vez sí es en serio. Se fue encabronado porque le solté dos cachetadas”, se le escapó un sollozo. 

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Paola me puso al tanto: Ya estaba harta de  las mentiras de Leonardo, de que no se divorciara y que se desapareciera los fines de semana “porque seguro que no soy la única”. Ay, esta mujer. ¿En serio pensabas que se iba a divorciar?, ¿en verdad creías que tú eras la definitiva? La clásica historia del tipo que es infeliz con su esposa, que ya duermen en cuartos separados, que él busca una mujer que lo comprenda. Y Paola le compró lo que parecía una ganga:  Es que es tan lindo y me trata como a una reina. Yo se lo habia advertido: Primero, sólo quiere una nalguita. En segunda, no se va a divorciar. Y en tercera, te va a dejar en cuanto se canse de ti. Obviamente ella me malinterpretó: “Lo que pasa es que estás celoso porque aún me quieres”. Reí con ganas. “Paola, no mames, lo que hubo entre tú y yo fue peor que una canción de Arjona”. Por eso preferimos olvidarnos de la atracción. Con el tiempo nos volvimos mejores amigos y me contaba de sus conquistas y sus dramas. Yo, que siempre he sido más reservado, procuraba no contarle demasiado. Pero me agradaba su compañía y salíamos de vez en cuando al cine o alguna fiestecita mientras nuestras "almas gemelas" jugaban a hacerse las interesantes. Ya lo dice Dante Guerra: "Cuando más juegas a esa trampa/ de fingir que me olvidas,/ se me oxidan las ganas de pensarte desnuda./ Cuando más tiras esa carta marcada/ en este triste juego de dardos,/ se me cruzan un poco los cables/ y me da por hacerme el distraído./ Cuando más y más juegues conmigo/ se me entumecerán los dedos,/ se acabará por enfriar este tacto/ que solía provocar tus delirios".

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“Ay, Roberto, de verdad que me siento de la chingada”, siguió  Paola. “Lo que tienes que hacer es ir a terapia para curar tu depresión y tu codependencia”, le sugerí. “¡Es amor! Yo lo amo, lo necesito más que a mi vida”, reviró con ojos acuosos. Su desesperación comenzaba a ser mala consejera: “Te juro que me dan ganas de cortarme las venas, aventarme del balcón”. Aquella mujer sí que estaba alterada. Ya en otras ocasiones me había llamado por  teléfono para contarme, entre lágrimas, que su galán se había largado. Días después me volvía a llamar para confirmarme que ya se habían contentado y para agradecerme que “siempre estás ahí cuando te necesito”.  Cuando Paola conoció a Leonardo decía que “sólo es algo pasajero”. Pero ese algo pasajero se convirtió en una relación enfermiza. Y ahora lo lamentaba. “Él supo meterse en mi vida. Me conquistó con regalos y atenciones. Iba por mi al trabajo, me llamaba a todas horas. Era de lo más lindo”, me contó Paola. Aquello parecía fantástico, observé, pero “tú lo has dicho, supo conquistarte, porque ese era su afán: conquistarte, no valorarte”. Ella sólo sollozó. “Y si te llamaba a todas horas y pasaba por ti era para checarte”, así son los hombres manipuladores, aclaré. Yo también lo fui en su momento, acepté. “Él era diferente, él sí me amaba”, seguía de terca. Bueno, ya, no me desesperes, sólo escúchame, “si tanto se aman, seguro que van a volver”. Por fin yo decía lo que ella necesitaba oír. “¿Tú crees?”, se recargó en mi hombro. “A quien engaño. No es amor. Sí van a regresar, pero no es por amor, sino porque los dos son unos idiotas con baja autoestima”, se lo advertí. “Ay, que Dios te oiga porque no sé que haré sin él”, pinche necia. “Además, la otra semana tiene que darme para la renta”, intentó reírse de sí misma. Vaya, vaya, esa no me la sabía. “Bueno, al menos el sufrimiento no es gratuito”, comenté. “Ay, que feo eres, me estás diciendo interesada”, me soltó un golpecito en el antebrazo. “No,  no te confundas, Paola. Lo que te he venido diciendo es que eres muy pendeja”, ella ya sabía que no me andaba con rodeos. Y a mí, como a Facundo Cabral, "me dan miedo los pendejos, porque son muchos y no hay forma de cubrir semejante frente. Y por muy temprano que te levantes, a donde quiera que vayas, ya está lleno de pendejos. Y son peligrosos porque al ser mayoría eligen hasta al presidente". Y remarqué "te aviso que no volveré a contestar tus llamadas a deshoras". Ella me abrazó: "No, no me hagas eso. Tú siempre tienes las palabras para hacerme sentir mejor". No les digo, hay mujeres más aferradas que un político al presupuesto. Y Paola me recordaba El Lado Oscuro del Corazón: "¿Cómo amar sin poseer?,/ ¿Cómo dejar que te quieran/ sin que te falte el aire?/ Amar sólo es un pretexto/ para adueñarse de la vida del otro,/ para volverlo tu esclavo./ Para transformar su vida en tu vida".

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